Como llevo poco tiempo aquí, todavía me encanta coger el transporte público. Me fascina la aglomeración de gente, el olor de las cebollas que cargan las señoras que van a venderlas al mercado, mezclado con la peste a gasolina de la lata que todos los minibuses llevan para un por si acaso. Me encanta discutir para que se me apliquen los mismos parámetros de cobro que a los locales. Hasta me permito hacer bromas. Y las señoras de las cebollas se ríen conmigo. Y yo me siento súper integrada (me autoengaño con facilidad).
Hoy me he lanzado al vacío de una nueva ruta que no conocía. A la vuelta, me he quedado colgada con uno de los niños a una hora andando del centro, en una carretera desierta como una parroquia de Chueca. E. (el niño que me acompañaba), me ha dicho que no me preocupara, que él conocía el camino perfectamente, y que estábamos súper cerca. E. piensa que su casa está súper cerca, y yo fui una vez y casi tengo que buscar un baño a mitad de recorrido.
Por supuesto, el camino que conocía E. pasaba bordeando Koshe.
Koshe es para la Santa Infancia lo que Internet para el adolescente medio español: un sitio donde puedes encontrar cosas que no interesan a nadie más que a ti, al que te encanta acudir, aun cuando en el fondo sabes que todo es basura. En Koshe, la basura es literal, porque es el vertedero de gran parte de Addis Abeba.
En Koshe la basura la queman indiscriminadamente a cualquier hora del día, creando un humo tan denso que no puedes ver más allá de tus narices. Tal vez porque era mediodía y hacía lo que viene siendo un calor de mil pares de narices, no había nadie rebuscando. Así, estábamos rodeados por el humo, el polvo, la peste y el silencio. Una peste que te hacía plantearte la conveniencia de no volver a ingerir alimentos sólidos jamás, un humo que te escocía en la garganta y los ojos, y un silencio que daba bastante yuyu, así como de muerte. Igual me ha dado la impresión de muerte porque la escena venía enmarcada con una bandada de cuervos que nos sobrevolaba graznando. Puede ser, porque yo soy muy peliculera. Momento Blade Runner.
De cerca, la basura sigue siendo bastante amorfa. Yo pensaba que ganaría en concreción, pero no. Es un poco como la montaña de basura de Fragel Rock, sólo que no habla ni da consejos (lástima). Mayormente, lo que aparecía a la vista eran bolsas de plástico en una melma marrón. Aquí y allá cristales desperdigados, botes vacíos de antirretrovirales, fruta en distintos estadios de descomposición y, digno del mejor Dalí, una montaña de pezuñas de vaca. Algunas de las pezuñas todavía tenían las tibias pegadas. En España, normalmente las acumulaciones de basura contienen varios sanitarios viejos (váteres o lavabos). Aquí de eso no había (porque poca gente tiene sanitarios, supongo). Tampoco había vajillas de porcelana descascarillada. En mi humilde opinión de profana, había poco que aprovechar. Yo no sé cómo la gente sale de allí con esos sacos enormes llenos de cosas para revender. Yo he echado un ojo y, la verdad, no me ha llamado la atención nada. Supongo que hay que saber buscar, porque la Santa Infancia encuentra verdaderos chollos allí donde yo sólo veo mierda descompuesta. Tampoco he mirado mucho, porque casi me tropiezo con una de las pezuñas.
Cuando he llegado al centro, la Santa Infancia me ha echado la bronca. Han descubierto que había estado en Koshe. Por el olor, me han dicho. Me han echado en cara que, desde luego, con lo prohibido que les tengo ir a Koshe, parece mentira que no me haga caso a mí misma. Les he explicado que yo pensaba pasar elegantemente por delante de Koshe, cómodamente sentada en un minibus. Excusas, me han contestado. La verdad, no me había dado cuenta de que la ropa me apestaba a pezuña de vaca muerta. De hecho, no sabía que las pezuñas de vaca muerta olieran. Pensaba que eran como las uñas o como los salvaslips, con huelen a lo mismo que las nubes (a nada). Qué cosas.
[…] nos pilló la lluvia mientras bordeábamos Koshe, y, no es por ser alarmista, pero luego la ropa me a.p.e.s.t.a.b.a. Yo creo que era lluvia ácida. […]
[…] llama la hija de Al-Amoudin, que es el señor más rico por estos lares, diciendo que, pasando por Koshe, ha visto a A. y se ha quedado profundamente prendada de su belleza, y que se quiere casar con él […]
[…] portero con un guante de cocina que encontró Dios sabe dónde. Bueno, que sí sabemos dónde: en Koshe . Y. (niño, siete años) vino un día con un disfraz de Spiderman por toda vestimenta. A. (niña, […]
[…] y que cada vez que pulsaba un botón le sucedían cosas maravillosas. Pulsaba el 1, y desaparecía Koshe . Pulsaba el 2, y se encontraba un sofá. Pulsaba el 3, y le caían del cielo unas zapatillas de […]