BACK TO BLACK
Ante la preocupante proliferación en algunos bares de canciones con insistentes estribillos formados únicamente por la onomatopéyica frase “papa parrapa parrapa parrapa pa”; y habiendo vivido el inevitable comienzo de la liga nacional de fútbol, he tomado la única opción posible: volverme a mi morada cercana a un basurero del tercer mundo. Como mis amigas bien saben, esto de “vivo en un basurero del tercer mundo” lo he explotado hasta la saciedad este verano, pero creo que “estoy ansiosa por estrenar mis nuevas tetas de silicona” hubiera dado mejor resultado en lo que a alcohol gratis y canciones solicitadas a DJs sin escrúpulos se refiere. Aunque bien es verdad que esta última declaración de principios, sin una base empírica, no creo que cuele.
Así, trámite El Cairo, he vuelto a Addis. Ahora vivo a nivel del suelo (antes vivía en un primer piso. Hay quien asciende, y hay quien no), por lo que hoy he desecho la maleta con un nutrido grupo de la Santa Infancia que miraba por la ventana abierta y comentaba mis pertenencias: “esos pantalones ya los tenía el año pasado, esa camiseta es nueva, qué bonito jersey”. Se entretienen con cualquier cosa. Tendré que marcar las distancias porque, si no, me arriesgo a vivir en Gran Hermano y, mira, no es plan.
La Santa Infancia me ha recibido con la usual algarabía. Y con una duda existencial de insólita profundidad: “¿Nos has traído la segunda parte de Crepúsculo?” Están obsesionaos. Les he dicho que Crepúsculo 2 (lo que será Luna Nueva) no ha salido todavía, pero que he traído un montón de medicinas para curarles los hongos en las uñas y las tiñas en las cabezas, y que les he comprado el DVD de Mamma Mia! (el musical de Meryl Streep). Me han dicho que vaya asco de maleta he compuesto. Son niños de emociones fugaces: la alegría del reencuentro les dura más bien poco.