SHOPPING INDUSTRIAL
Aprovechando que estaba por aquí el Chaval Que Ya No Vende Bragas (uno de nuestros pintorescos voluntarios), decidimos instalarnos un sistema de sonido en el teatro, no vaya a ser que venga Shakira y nos pille con el culo al aire. Este tipo de decisiones las tomamos sin pensarlas mucho, porque si no, nos vendrían angustias y no haríamos nada. ¿Por qué? Porque, si comprar bricolage es ya una aventura en sí mismo, comprar material especializado de cualquier tipo (sanitario, eléctrico, informático…) es como un recorrido por los Siete Infiernos de Dante. Así, sin exagerar.
Si llegas a la tienda antes de las nueve y media de la mañana, encontrarás únicamente al chico que limpia y abre la verja (es una persona multifuncional), aunque el horario de apertura colgado en la puerta especifique que la actividad comercial comienza a las ocho. Cuando la Sales Manager de turno aparezca (aquí nadie es dependienta, aquí todas son Sales Managers), descubrirás en aproximadamente dos minutos que no tiene ni idea de lo que está vendiendo. Básicamente, repite un mismo concepto continuamente, dando igual lo que le preguntes:
_ Estos altavoces, ¿se pueden conectar en paralelo?
_ Van conectados al amplificador, que admite hasta cuatro altavoces
_ Ya, pero, además, ¿se pueden conectar en paralelo?
_ Van conectados al amplificador, que admite hasta cuatro altavoces
_ Ya, ya sé que se conectan al amplificador, y que puedo conectar hasta cuatro altavoces (por si además de Shakira, se planta aquí Celine Dion), mi pregunta es, y le pido por favor que me escuche, ¿se pueden conectar en paralelo?
_ Esto… siéntese y le traigo un café
Esto lo hacen mucho. Cuando no saben qué decir, te ofrecen un café. Yo suelo rechazarlo, en un vano intento de acortar mi permanencia en la tienda. Y porque sólo me falta ponerme más nerviosa.
Las tiendas etíopes presentan siempre un overbooking de dependientes, de los cuales sólo uno sabe realmente lo que se está vendiendo. El problema es que esa persona que sabe lo que se vende no suele estar en la tienda, por lo que tienes que volver otro día, cuando esa persona esté. “Es que él es el profesional”, te explican. ¿Y los otros cinco qué sois? ¿Plantas de interior? En este punto, la sensación es de que allí nadie tiene mucho interés en venderte nada. Lo lógico sería irte a otra tienda, pero coincide que, normalmente, lo que quieres y de la marca que lo quieres, sólo lo venden en esa tienda en toda Addis. Así de rarita eres tú. Y tienes que volver otro día, cuando esté el enterao.
Y luego, cuando por fin consigues comprar todo y te vas a tu casa a montar lo que has comprado, comienza el crucigrama: ¿dónde está el error? Porque, para hacer tu vida más amena, rara vez te venden todo bien. Siempre hay alguna tara, alguna cosa que se han olvidado, y que convierte tus jornadas en un rompecabezas sin fin. En el caso del equipo de sonido, la terminación de los cables que unían el amplificador con los altavoces estaba conectada en el canal incorrecto. Dos días para descifrar el enigma.
En los últimos tiempos, cuando acometes este tipo de trabajos, tienes también a la China en tu contra. Porque, a nada que quieras instalar, necesitarás cables, tornillos, tuercas, clavos, clavijas… y, actualmente en Etiopía, todas esas cosas, o las compras Made in China, o las compras a precio de perfume de Calvin Klein. O haces como yo, que te compras primero las Made in China para ahorrarte dos duros y, cuando todo se te deshace en las manos, te vas a comprar los tornillos de Calvin Klein. Yo metería en un contenedor todas las cosas rotas antes de usar (clavos, interruptores, destornilladores, enganches…) y las mandaría de vuelta a la China. Que se jodan y gestionen ellos sus residuos.
Y así, después de un par de días, tienes tu sistema de sonido montado. Y, cuando los pequeños de la Santa Infancia se marchan por la tarde, entras en el teatro y te pones esta canción a todo volumen. Y se oye perfecta. Tan perfecta que los mayores la escuchan desde fuera, y entran a ver qué pasa, y se quedan estupefactos de lo bien que se oye, y nos ponemos todos a saltar como locos en el centro del salón, con una euforia que no parece nuestra, que parece robada.
Ya puede venir Shakira cuando quiera. Hasta un café le daríamos, mira.