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Archive for mayo, 2010

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May 28

POLÍTICA

Sí, nena, que este también es un blog con aspiraciones. Porque ustedes, a tenor de lo que leen en esta página, deben de pensar que servidora vive en el limbo, que no se entera de nada. Y mayormente es así. Pero no siempre.

Las elecciones fueron el pasado domingo. La jornada, de lo poco que se sabe (o que sé yo), transcurrió con normalidad. Durante las dos últimas semanas, el partido oficial (de cuyas siglas nunca consigo acordarme) llenó la ciudad de carteles con abejitas, que es el símbolo del partido. Que yo al principio pensaba que era que vendían miel, pero luego ya empezó a mosquearme que se vendiera miel en cada rotonda de Addis Abeba, y decidí pararme a leer uno, y me dí cuenta de que no era que vendieran miel ni que hubieran rociado insecticida contra los mosquitos de la malaria. Los cartelillos con los que nos han empapelado pedían el voto para el partido del amigo Meles. Parece la ciudad el feudo de Ruiz Mateos, con tanta abeja y tanta colmena. O la Facultad de Farmacia de Pamplona.

Además del partido de mister Zenawi, están los demás, la oposición que, a lo que parece, son un ciento, bastante pequeños, y mal avenidos. Y que el amigo Meles, que controla todos los medios de comunicación del país, pues no les deja mucho espacio en ningún sitio para promocionarse, y eso te limita. Claro.

El caso es que, tras algunos incidentes en los campus universitarios de Arat y Setdist Kilo hace un par de semanas, las elecciones transcurrieron el domingo con normalidad. Y así, para celebrarlo, el martes el partido oficial organizó un acto de apoyo a sí mismo en Meskel Square, que, según lo visto en televisión, se convirtió en una fiesta de la victoria. Vamos, que tenemos Meles Zenawi pa’ rato, porque a estos no los quitas ni con agua caliente.

Y ahora a esperar los resultados que, me da a mí en la nariz que los darán coincidiendo con la próxima fiesta que conmemora la caída del Derg (la junta de gobierno comunista que gobernó después de Haile Selassie) y, hala, más victoria todavía.

Y es que el amigo Meles, dicho así entre nosotros, siempre gana. Y si no, que venga alguien a discutírselo. Yo, desde luego, no pienso, a ver si me van a cerrar el garito, y me tengo que poner a buscar un trabajo asalariado.

P.D: La Embajada nos ha invitado a la recepción/fiesta de apoyo a la selección de fútbol, dentro de una cosa que se llama Desafío Cruzcampo y que no tengo ni idea de lo que es, porque todas las páginas webs que he intentado consultar para averiguarlo son de fútbol y están llenas de animaciones imposibles de abrir. En cualquier caso, adivina quién no va a ir…

P.D 2: Me he enterado de que, al final, el dinero de la Cooperación sí se toca. Y yo que ya me estaba haciendo la camiseta con la frasecilla…

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May 21

THE BOSS

Nunca pedí ser jefa de nadie. Hay quien tiene aspiraciones, quien se siente empujado a altas responsabilidades. Yo no. A mí me encanta ser subordinada, obedecer, ser la empleada perfecta. Y eso se me nota. De hecho, mis actuales empleados me toman por el pito del sereno.

Ayer, sin ir más lejos, eran las ocho y, salvo las señoras de la cocina que empiezan a las siete, el resto de trabajadores estaba totalmente missing. Una limpiadora, una encargada de taller, tres profesoras, una enfermera, un chófer y un trabajador social. Todos llegaron con retraso. La mayoría alegaron la lluvia (increíble, pero aquí la lluvia es un motivo ampliamente aceptado para llegar tarde a trabajar). Sólo que empezó a llover a las ocho y cinco.

Lo mejor del caso es que, si yo les hago notar que me molesta profundamente que lleguen tarde, se rebotan y no me hablan el resto del día. Y entonces me angustio y me pongo a pensar que a lo mejor tendría que habérselo dicho de otra manera, o que, total, no es para tanto, llegar tarde cuatro de cada cinco días. Y, al final, casi, casi que les acabo pidiendo perdón.

Como se habrá entendido, soy alérgica a los enfrentamientos de cualquier tipo. Me paso la vida evitando confrontaciones. Pienso que a mí me causaría una profunda crisis que alguien me dijera que soy una vaga, y no puedo evitar pensar que este sentimiento es universal. En esta línea, intento evitar sufrimiento a las personas que trabajan conmigo. Y así, cuando ya van dos semanas en que la señora de la limpieza pasa de limpiarme la oficina, ¿qué hago?. Pues me cojo el trapo, la fregona y la escoba y la limpio yo. Como una reina. Y si el trabajador social se niega a hacer los reports que le corresponden, pues llego yo, y, cuando ya pasan quince días de la fecha en que debía haber entregado sus informes, se los hago y pongo su firma junto a la mía, para que los que lo supervisan no se den cuenta de que no los ha hecho él. Y luego aguanto sus quejas diciendo que me entrometo demasiado en su trabajo.

Soy una jefa terrible, lo sé. Ellos también lo saben.

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May 19

LLAMADA EN ESPERA

La Santa Infancia se encontró el otro día una calculadora rota con forma de teléfono móvil, y nos hemos inventado un nuevo juego. Jugamos a que yo soy su secretaria, y recibo llamadas para ellos que les cambian la vida. Por ejemplo, que los llama la hija de Al-Amoudin, que es el señor más rico por estos lares, diciendo que, pasando por Koshe, ha visto a A. y se ha quedado profundamente prendada de su belleza, y que se quiere casar con él y ser felices y comer perdices en uno de los fabulosos palacios de su señor padre para el resto de sus días.

O que llaman para comunicarle a Z. que ha ganado el concurso de Míster Komche 2002 (no lo hay, pero debería haberlo), y que, a raíz de eso, lo han seleccionado para aparecer en un anuncio en televisión anunciando mantequilla de una cooperativa financiada por USAID en Welo (la veracidad está en los detalles). Y que, como el citado anuncio está también financiado por USAID, pues negociando, negociando (además de su secretaria, hacemos que soy su representante), conseguimos que le paguen dos mil birr por un día de trabajo (110 euracos).

O que un productor de Bolywood llama a D. para ofrecerle un papel estelar en la primera película india con protagonista etíope de todos los tiempos. Allí, además del salario, negocio las escenas de desnudo y besos, y nos morimos de la risa.

La verdad es que me sale bastante bien. De vez en cuando hago eso tan etíope -y, en mi honesto parecer, tan cateto- que es decir “ah?, ah?” cuando no entiendes algo al teléfono; y, cuando le comunico al interesado el objetivo de la llamada, tapo el auricular con la mano, para que la hija de Al-Amoudin o el productor de Bolywood no escuchen cosas que no son de su incumbencia.

Hay veces que se emocionan, sobre todo cuando negocio dinero de sus trabajos como actores en un serial de la Ethiopian Television, y me dicen por lo bajini “no insistas mucho, a ver si no nos van a dar nada”.

Cuando cuelgo, se quedan siempre un poco plof porque les encanta vivir la ilusión de lo imposible, e inmediatamente me dicen “mira que están llamando otra vez”, y me tengo que inventar otra historia.

Me gustaría creer que un día será verdad. Que alguien los llamará, y adivinará exactamente el color de sus sueños, y los hará realidad. Como mi fe no es lo bastante firme, de momento les cojo los recados que les da la vida. O los que debería darles.

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May 16

MATERIAL GIRL

Últimamente, dentro de mis funciones como gestora del desarrollo de la Santa Infancia, me ha tocado ir a Merkato varias y repetidas veces.

El Merkato provoca en mí sensaciones contradictorias, entre las que figuran el divertimento, el hastío y la desesperación, entre otras muchas.

Como los adeptos a la Cooperación al Desarrollo sabrán, los proyectos financiados por agencias oficiales se caracterizan por su facilidad de gestión y sus inexistentes cargas burocráticas. Para comprarte, pongamos por caso, unas bragas, tienes que solicitar tres presupuestos en tres tiendas distintas, evaluarlos de acuerdo a estándares de calidad, precio y disponibilidad fijados por la agencia en cuestión y, una vez hecho esto, pues ya eres libre de comprarte las bragas. Sólo que, para entonces, es oír la palabra “bragas” y ponerte a vomitar, pero como esto queda feo decirlo en un report que llevará tu firma y la de tres superiores tuyos, pues te lo callas.

Si, pongamos el caso, no se trata de comprarte unas bragas, sino quinientas bragas, que deberás adquirir en Merkato, porque es el único sitio donde venden bragas, la situación se convierte en el Gran Prix del Verano. Sólo te falta la vaquilla.

Y es que la gente en Merkato es de un heavy que asusta. Primeramente, no hacen presupuestos. Tal cual. Da igual lo que les digas, que les expliques que, sin presupuesto, no puedes comprar nada, que llores, que supliques, que implores. Presupuestos, caca. Y punto. Y ahí te sientes un poco Pretty Woman, con los bolsillos llenos de pasta para comprar cosas que nadie te quiere vender.

Además, la mitad de los vendedores no cotiza impuestos, con lo cual no pueden hacerte recibos de más de diez mil birr. Concluyendo: en el mejor de los casos, sales con cinco recibos por cantidades menores que escenifican a la perfección un fraude fiscal. O ni siquiera son vendedores legales, por lo que los recibos te los hacen en otra tienda. Y así, en tus facturas de material escolar, aparece el sello de un negocio de venta de colchones y almohadas.

La gran pregunta ahora es: cuando me lleven al trullo por irregularidades contables, ¿me llevarán a la prisión de Goterá (donde compartiría recinto con C., en el caso de que su aventura al margen de la ley acabe mal), o me meterán en una prisión dentro de la jurisdicción de la agencia donadora? La Santa Infancia ya ha dicho que, si la situación es esta última, se van ellos de cabeza a pagar por mis desmanes burocráticos. Son la mar de solidarios.

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May 07

CAMINO A LA PERDICIÓN

Cuando uno comienza a trabajar en nuestro proyecto, sea como profesora, cocinera o voluntaria, atraviesa varias etapas. Los primeros días, la Santa Infancia te parece lo mejor que te ha pasado en la vida. A las pocas semanas, te desesperas profundamente porque son increíblemente desobedientes. Posteriormente, ante el caos que te rodea, como no puedes abarcar todo, decides salvar a C.

En los cinco años que hace que lo conozco -ahora tiene quince-, nunca he entendido la fascinación que parece despertar C. en los que lo rodean. Desde mi punto de vista -y estoy tratando de ser objetiva-, no es un chaval excepcionalmente simpático, ni demasiado educado, ni muy gracioso, ni muy guapo, ni, desde luego, muy inteligente.

Su historia es dura, pero no menos que otras muchas historias de otros miembros de la Santa Infancia. Su madre se piró de casa cuando C. tenía cinco años, llevándose a todos sus hijos, menos al pequeño C. (con los años, no podemos menos que pensar que a lo mejor tonta del todo no era la señora). C. quedó al cuidado de su padre, un borracho simpaticón absolutamente incapaz de cuidar de su hijo. Desde hace siete años, C. ha vivido en varias casas con familias de acogida. Su padre falleció en la indigencia hace unos tres años, motivo que aprovechó su madre para aparecer de la nada y reafirmarse en su determinación de no vivir con un hijo que, con el pasar del tiempo, ni la quería ni la necesitaba. O eso pensaba él.

C. ha sido, y es, uno de los niños más queridos y ayudados de nuestro centro. Hemos hecho de todo por él. Ha asistido a más actividades extraescolares que una niña de Puerta del Hierro: ha practicado kárate, aprendido algo de guitarra, piano y flauta, malabares, manualidades varias, teatro y baile moderno. Cuando lo expulsaron de la primera escuela, le compramos un pequeño rebaño de ovejas para tenerlo ocupado durante el día. Le construimos hasta una caseta en la que debía encerrar las ovejas al caer la tarde y que quedaba bajo su entera responsabilidad. Creo que es la vez que más emocionado lo he visto. Pegó una foto suya en una de las paredes de la caseta. En una esquina colgó un impermeable que le dimos y en la otra guardó las botas de goma que también le proporcionamos como parte de su indumentaria de trabajo.

Poco más de un mes después, una noche uno de los perros mató una oveja, porque C. había perdido la ilusión y pasaba de encerrarlas en la caseta. Y tengo que decir que el pastoreo fue la actividad en la que mostró mayor perseverancia.

Como digo, C. es el niño que todos hemos querido salvar. Y es que no hay nadie que no lo haya intentado, al menos, una vez. Es algo sobrenatural. De hecho, cuando haces tus primeras fotos de la Santa Infancia, al poco de llegar, te garantizo que C. sale en una de las diez primeras fotos. Hasta ahora, ha figurado ya en calendarios de cuatro asociaciones distintas. Incluso los niños de la calle de un proyecto cercano al nuestro, de los cuatrocientos miembros que componen nuestra Santa Infancia, prefieren sin duda a C. Ellos también piensan que nunca hemos sabido entenderlo ni apreciarlo.

C. ha sido ayudado por tres proyectos distintos. Ha vivido en cuatro casas diferentes, con gente que, realmente, intentó quererlo y ayudarlo. Ha sido expulsado de dos escuelas. Lo hemos pillado robando (robándonos, se entiende) cinco veces. Y siempre le hemos dado otra oportunidad. Lo único constante en su vida ha sido nuestro cariño y su decidida tendencia a tomar decisiones equivocadas en momentos inadecuados.

La última semana la ha pasado en la cárcel. Le rompió la pierna de una pedrada a otro chaval de su escuela. Un chaval con posibles -se ve- cuya familia denunció la agresión. Además, la primera vez que la policía lo llevó al cuartelillo, se escapó. Hemos dejado pasar varios días antes de pagar la fianza para ver si así aprende la lección. Y hemos ido a buscarlo para darle otra oportunidad. Otra más. Además, hemos contratado una psicóloga hace poco, y ella también ha decidido salvarlo.

Yo no sé que tiene, que no podemos dejar de intentarlo.

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