A la Santa Infancia le gusta jugar con mi cara. Me apartan el flequillo y exclaman ¡mira, parece otra! Me quitan las gafas y también parezco una persona distinta. Imito a un pez, y parezco un pez. Hago como que duermo, y parece que me he muerto. Finjo enfadarme, y les doy miedo porque no me reconocen.
Con los años, la Santa Infancia me conoce mejor que yo misma. Les basta una mirada para saber el contenido exacto de mis emociones. Saben hasta dónde pueden probarme, saben cuándo estoy triste (normalmente también saben los motivos de mi tristeza), y saben que hay días en los que no me canso de cantar.
Este año he empezado a conducir. Hace poco llevé a varios de los grandes en el coche un domingo. Cuando volvimos, les pregunté que qué les habían parecido mis habilidades conductoras.
_ Lo haces bien, pero te falta seguridad en ti misma.
Si mi madre no estuviera viva y coleando, pensaría que su espíritu ha poseído a mi Santa Infancia. Esta frase podría resumir a la perfección mi vida entera, supongo. Ellos son así, cuando menos te lo esperas, te ahorran la visita al psicólogo. Y gratis, tú.
La Santa Infancia son tremendamente intuitivos. Rara vez ven las cosas blancas o negras, sino que ven los matices, los grises, los rojos… Te miran y ven la persona que eres, pero también la que te gustaría ser y la que deberías ser. Te miran y te ven tal como eres, con tus sombras y tus dudas, con tus culpas y tus logros. Toda tú, concentrada en sus ojos, en sus vidas.
A veces da miedo que alguien te conozca tan bien.
Mi hija etíope tambien juega al Veo Veo con pasión y desde siempre «ve» lo que no se ve. Siempre me he preguntado si son sus ojos o es mi transparencia. Te leo pensando en la Santa Infancia y en su sabiduría…que suerte tenemos de sus miradas.
Estoy completamente de acuerdo con Montse. Mi hija también parece saber exactamente lo que estoy pensando, cuando me gusto, cuando me siento bien, cuando mal y lo que más me inquieta, cuando no me gusto nada y en sus maravillosos ojos negros creo entrever un punto de tristeza.
Gracias por escribir y regalarnos este rinconcito etíope.