ANIMALICOS
Hace ya unos años traté de hacer un juego con los pequeños de la Santa Infancia. La dinámica era bastante sencilla: uno se ponía en el medio del corro, imitaba a un animal, y los demás lo tenían que adivinar. Como mi Santa Infancia a veces es un poco cortita de entendederas, pues empecé yo poniéndome en el centro, para dar ejemplo. Con mi mejor voluntad, me puse a cuatro patas y empecé:
_ ¡Muuu!, ¡muuu!– mientras pensaba “tener estudios pa’ esto”
Por si la humillación no fuera ya bastante, la Santa Infancia no conseguía adivinar el animal que yo estaba representando, y me miraban con cara de “ya está. El día ha llegado. Se ha vuelto loca”. Después de cinco minutos mugiendo desesperadamente, me levanté y les comuniqué que el animal que yo intentaba representar era la vaca. Una simple vaca, coño.
_ Aaahhh… es que lo estabas haciendo mal– me repusieron
_ ¿…?– nunca se me había ocurrido que se pudiera errar en el imitar a una vaca
_ Las vacas hacen embuá, embuá– y todos se pusieron a hacer embuá.
Tras haber experimentado en mis propias carnes este episodio de desencuentro cultural, como soy una persona curiosa me documenté sobre el particular. Así, en el libro de ciencias de Primero de Primaria encontré que:
. el gallo no hace kikirikí, que hace kukulukú
. el burro no hace ia, ia, sino hi, hi, hi
. la oveja ni hace be, sino ba
. los pollos no hacen pío. Hacen pí. Y basta.
Y luego habrá quien hable de globalización. Si ni siquiera las bestezuelas se ponen de acuerdo…