THY WILL BE DONE
Hoy vamos a volver a hablar de religión, porque el tema política está como copao estos días, y a mí de pequeñita me enseñaron que lo poco gusta, pero lo mucho cansa. Educación General Básica.
Hace años visité en la ínclita Universidad de Navarra –aquí donde ustedes me leen, yo soy ex-alumni de tan magno centro- una exposición sobre la doctrina de mi paisano San José María. Como se puede imaginar, la exposición era rompedora como un concierto de Lady Gaga en Chueca: adoctrinamiento para fans y conversos.
Se recordaban varias frases del santo, entre ellas una que me llamó la atención. Decía más o menos así: “Dios te ha dado diez hijos, mujer. Afortunada tú, porque Él ha confiado en ti”. Por si tenías alguna duda acerca de la conveniencia de dedicar tu vida a la procreación de la especie, que sepas que no tienes tantas opciones, según determinadas personas.
Hace poco le explicaba yo a Brother House estos pequeños matices que la Iglesia Católica mantiene contra viento y marea en el tema de la salud reproductiva, puntualizando que, según nuestros jefes menos directos, cada vez que Dios envía diez hijos a una de las madres de la Santa Infancia, lo único que cabe es alegrarse. Y que como nos pillen haciendo algunas cosas que hacemos y diciendo algunas cosas que decimos, puede que no les guste un pelo. Brother House, que se fía bastante poco de mí, me respondió:
_ Hombre, esas ideas serían hace años. Tú es que te has quedado anticuada. Seguro que han cambiado de opinión.
No sé si la jerarquía católica es consciente, pero en ese pensamiento recurrente de “Dios lo quiere” o “es la voluntad de Dios”, coinciden con las madres de mi Santa Infancia: “Es la voluntad de Dios que yo tenga un tumor benigno que me ocupa media cara, por lo que no pienso ir al médico”, “si mi hijo acaba en la calle, será que es la voluntad de Dios”, “si la niña entra en un bunna-bet (prostíbulo) ”, -adivina-, “será que Dios lo quiere”. Aquí son muy de respetar la voluntad de Dios. Cuando les conviene. Porque si Dios insiste en su confianza ilimitada en tus capacidades, y te manda un sexto hijo, puede que no te apetezca, o que ya no puedas seguir su voluntad, y decidas abortar, y agonices durante una semana en casa hasta que por fin Dios te conceda la gracia de morir, dejando huérfanos a tus otros cinco hijos que serán internados separadamente en varias instituciones estatales de uno de los países más pobres del mundo. ¿Es esa la voluntad de Dios? Una cosa son renglones torcidos, y otra es no querer enderezarlos.
Cuando estas señoras empiezan a hablar de la voluntad de Dios, honestamente, me pongo de los nervios. A veces hasta las dejo solas en la oficina, y salgo a tomar el aire, lo que las desconcierta bastante. Cuando me calmo y vuelvo, les suelto: “Noticia: Dios me ha enviado a mí. Yo soy la voluntad de Dios”. Sin medias tintas.