AL ABORDAJE
Hoy vamos a hablar de un asunto de candente actualidad: la piratería. Yo, concretamente, estoy súper a favor.
Como soy contradictoria, también estoy súper a favor de que los artistas puedan vivir dignamente de lo que generan sus obras. No todo el mundo es como yo, que trabajo básicamente porque me da la gana. Pero es que no se lo curran nada.
Me explico: como ya he comentado alguna vez, soy la responsable de nuestro cine de barrio. En estos años he conseguido reunir una videoteca de seiscientos títulos, aproximadamente la mitad de los cuales son originales. La otra mitad, no lo son.
En Etiopía, la cosa funciona así: si exhibes películas etíopes, el CD tiene que ser original. Si exhibes películas extranjeras, como es materialmente imposible comprar películas originales –nadie distribuye en Etiopía-, pues puedes poner lo que más te convenga o lo que antes consigas.
A mí, personalmente, me gusta tener las películas en DVDs originales: la calidad es mejor y, sobre todo, me quedan más cuquis en la estantería. Pero es que son las mismas distribuidoras que no te lo ponen nada fácil.
Para empezar, están las regiones. El DVD que tú compras en España no lo puedes ver en tu reproductor DVD de Missouri o en tu ordenador con lector manufacturado en Taiwán. La cosa se pone muy, muy escabrosa cuando te das cuenta de que la mayoría de los reproductores DVDs que se venden en Etiopía proceden del país del sol naciente, por lo que sólo leen el código de región 6, lo que quiere decir que tendrías que ir a comprar tus DVDs originales a la mismísima China. Si tienes suerte, también te leen el código 5, con lo cual puedes tomar el avión e irte a comprar tus pelis cómodamente a otros países africanos,donde seguro la oferta de películas originales será amplia y variada; o al Asia septentrional, central y meriodional, que, como todo el mundo sabe, son sitios petaos de FNACs. Eso sí, no vayas a Egipto o Sudáfrica porque estás igual de jodido. En España, por supuesto, sólo te venden código 2. Y tus amigos americanos te traerán películas con código 1.
Aplicado a mi vida cotidiana, esto quiere decir que las películas que compro en verano no las puedo reproducir en mi lector de aquí. Tampoco puedo traerme un reproductor de España porque me freirían a impuestos en la salida de España y en el ingreso a Etiopía. En la práctica, me toca reproducir las películas en mi portátil, que, al no estar conectado al sistema de sonido del salón del cine, me obliga a poner mis mejores habilidades en práctica, amén de varios metros de cable, para conectar todo el tinglado. O puedo optar por poner una película pirata, que leerán perfectamente tanto los reproductores DVD (he probado hasta a comprar dos) como mi ordenador, y que tardaré básicamente treinta segundos en conectar al proyector y al sonido.
Luego está el tema de los subtítulos. Para que los que al menos saben un poquitín de inglés puedan seguir la película, suelo elegir películas con subtítulos en inglés. Este verano, en la FNAC de Zaragoza estuve a punto de comprarme En Tierra Hostil (The Hurt Locker, Kathryn Bigelow, 2009). Así, con el DVD en la mano, fui a la dependienta, quien amablemente me confirmó que todas las copias tenían sólo subtítulos en castellano y catalán. ¿La puedo ayudar en algo más? Sí, ¿cómo es que se llama el sitio ese donde puedo encontrar la película con subtítulos en inglés y gratis? Porque a la vista de la traducción del título, sabe Dios lo que han perpetrado en los subtítulos. Y luego vendrán los listillos que dicen que hay que ver la obra tal y cómo la concibió su creador, es decir, sin la imagen de la gente que se levanta a mear. Ya. Seguro que Bigelow supervisó los subtítulos en catalán ella misma. Por no hablar de que, al final, todas las películas que vemos gozan del incomparable sonido de mi voz traduciendo simultáneamente, y me atrevería a afirmar que esta es una circunstancia que ningún director de cine ha tenido jamás en cuenta.
Cuando llegamos al cine español, es de mearse de la risa. Así es nuestra industria, que es siempre un poco como de Fisher Price, de juguete. Poquísimas películas españolas tienen subtítulos que no sean en español. Es para fomentar su difusión allende nuestras fronteras, se ve. A mí hay películas españolas que me gustan (no se lo digáis a nadie), y que me gustaría ponérselas a la Santa Infancia. Pero con subtítulos en inglés. Y no hablo por hablar: hace quince días vimos El Bola. ¿Por qué? Porque traía subtítulos en inglés. De nuevo, puedes volverte loca buscando en El Corte Inglés, o puedes bajártela de Internet con los subtítulos puestos por un grupo de frikis de Miami, que Dios los bendiga por siempre.
Por lo tanto, cuando la industria se decida a quitar las regiones y a verdaderamente proveer DVDs con contenidos mejores que los que puedes encontrar en Internet, yo seré la primera en alegrarme. Pero esa no es la situación, por el momento. Lo que les molesta es que se creían que lo tenían todo controlado (códigos, formatos, vías de distribución) y, mira, no.