ALGO SE MUEVE
Algo se mueve en el aire. Lo bonito sería decir que ha llegado la primavera, y las buganvillas florecen que es un primor. Pero no. Yo de la vegetación paso tres pueblos. Lo que se mueve, y no se sabe muy bien qué es, es una situación como de permanente alerta.
Me explico: proliferan los controles policiales en toda Addis Abeba, corren rumores como gacelas, que hablan de imanes de escuelas coránicas que han sido encarcelados, con el consiguiente rebote de la comunidad musulmana. El aeropuerto se ha cerrado a las visitas, con lo cual si vas a despedir o a buscar a alguien, te tienes que encontrar en el parking. Y nadie suelta prenda del motivo de todo este despliegue.
El rumor apunta hacia una amenaza del radicalismo musulmán. Con las cenizas calientes de los atentados en Nairobi y Nigeria, la proliferación de organizaciones musulmanas cada vez más radicales en nuestra amada Abisinia puede llevar hacia una escalada de violencia intrareligiosa.
Después del ataque a un grupo de turistas en Enero, el gobierno etíope intenta por todos los medios, no sólo atajar las amenazas, sino también las noticias relativas a las mismas. Sin ir más lejos, en mi humilde investigación, me ha resultado verdaderamente difícil encontrar información en Internet. La mayoría de noticias han sido borradas o, sencillamente, no permite el acceso. Sólo se pueden leer las pertenecientes a medios con sede en el extranjero que, supongo, deben ser más difíciles de censurar.
Lo que sí parece claro es que el gobierno ha cerrado dos mezquitas de la zona de Merkato. Un imán fue encarcelado hace unas dos semanas, y sus fieles irrumpieron en la comisaría para liberarlo. No me ha quedado muy claro si lo liberaron o no, pero cuatro policías murieron en la refriega.
En las distintas fronteras prosiguen escaramuzas e incursiones. En Gambela (frontera con Sudán), los distintos grupos étnicos están reaccionando contra las empresas extranjeras (chinas e indias) a las que el gobierno ha decidido vender la mitad del país (metáfora). Se han producido varios ataques a plantaciones –dicen que de arroz-, y se habla de algunos extranjeros muertos.
Etiopía siempre se había enorgullecido –con razón- de ser un país seguro. En este convulso cuerno de África, con nuestros amigos Eritreos y Somalíes devastados por guerras y dictaduras, los Sudanes viviendo en el delirio permanente, y con Nairobi convertida en un nido de delincuencia común, Addis Abeba se presentaba como un remanso algo cutre de paz y serenidad. La mayoría de los apoyos internacionales logrados por Meles los recibe como premio a la supuesta estabilidad lograda en el país. A qué precio se ha logrado esta estabilidad, esto nadie lo pregunta. El hecho es que todos los ejércitos y ONGs del mundo pueden tener su pequeña base aquí donde enviar a sus expatriados a restarse y recrearse (del inglés Rest & Recreation) cuando no aguantan más la situación en los países de alrededor, que suele suceder aproximadamente una semana cada diez, gastos pagados, a mayor gloria del Sheraton.
Hasta ahora. Soplan vientos de revuelta también aquí, pero nadie está seguro de que las cosas se vayan a revolver en la dirección adecuada. Cuánto tiempo Meles conseguirá controlar el radicalismo islámico que ha cobrado fuerza no sólo religiosa, sino también económica, es una de las múltiples preguntas del millón. Los oromo son un 60% del país, y la mayoría son musulmanes. Son el grupo étnico más importante del país, sus pueblos se consideran el granero de Etiopía, y no tienen apenas representación en el actual gobierno.
Como digo, sopla el viento. El viento de Mayo, en Addis, trae siempre millones de moscas. En Europa es el mes de las flores. Aquí, es el mes de las moscas.