A. es una niña que llora mucho. No es especialmente desgraciada, pero es súper dramática, y cualquier escusa es buena para practicar sus dotes como actriz, que son muchas y variadas. Hoy viene llorando (para variar), que uno de los perros del recinto le ha quitado una chancleta. Y yo me reboto, porque le he dicho doscientas veces que no juegue donde están los perros, más que nada porque es el sitio más guarro de un compound que cuenta con la friolera de tres campos de fútbol, uno de basket, otro de volley, dos porches y un cacho con hierba para jugar.
Pues ahora vas y te las apañas para recuperar la chancla. Que no voy, que me da miedo. Pues vamos las dos. Que yo no voy. La cojo en brazos. Que sí vienes. Que no, que me sueltes. Que no me da la gana, que vamos las dos a buscar la chancla. Que como no me sueltes, me meo. Que no te suelto.
Y va la tía y se mea. Encima mío. Delante de toda la Santa Infancia. Va la tía y se mea.
_ Pues yo no te pienso limpiar los pantalones – le digo – te quedas así toda la tarde
_ Pues yo tampoco te pienso limpiar la camisa. Te quedas así toda la tarde.
Y así nos hemos quedado las dos toda la tarde. Empapadas en pipí.
Yo sé que este trabajo me rejuvenece. Concretamente, hasta la edad de cinco años.
Ostras. Tiene genio la niña. Te cambiaste o aguantaste toda la tarde?
Jajaja, pues yo soy fan de la niña. Menudo carácter gasta. Como para llevarle la contraria…
(Por cierto, dicen que el pis hidrata y protege la piel)