HAPPY THREE
Entre mis conocidos, hay quien celebra aniversarios cuando menos cuestionables. Celebran el aniversario de esa vez en la que, medio borrachas, se liaron con un desconocido en un bar a las tres de la mañana. Sí, lo han adivinado: el desconocido es hoy el padre de sus hijos. Puede pasar.
Por eso yo también celebro el aniversario del día en que la Nena llegó a casa. Celebrarlo no quiere decir que fuera el día más maravilloso ni de su vida ni de la mía. No lo fue. Pero sí quiere decir que fue el inicio de una historia muy importante para las dos: la nuestra como familia.
Por supuesto no lo llamo el Gotcha Day ni lanzo fuegos artificiales. Lo del Gotcha Day me parece de un mal gusto y un ofensivo difícilmente superable No hay regalos, ni nada demasiado especial. Hablamos de ese día en el que llegó a casa, hablamos de antes y después, intentamos no estar solas para cenar, hago un bizcocho (de los normales sin fondant y realmente comestibles) y aprovecho para agradecer en mi interior que seguimos juntas, que nos queremos mucho y que tenemos la posibilidad, incluso, de aprender a querernos bien. Para mí es un día de reflexión y agradecimiento. Con el tiempo, ella decidirá si quiere seguir recordando el día o no. Yo sí sé que lo recordaré siempre. Porque, en mi caso también, esa persona que me tocó en suerte en el bar a las cuatro de la mañana, es la más importante de mi vida.
Es mi persona.
En el sentido Grey’s Anatomy.
Claro.