PATINAZO
Como ya hemos explicado alguna vez, nuestro cine de barrio es una actividad floreciente. La Santa Infancia presenta la misma ausencia de criterio cualitativo que la mítica Señora de Cuenca , y así vemos de todo un poco, en la seguridad de que todo les encanta.
En vacaciones compré 28 Días Después (no la de Sandra Bullock rehabilitándose a base de plantas que florecen, sino la de gente que se come a gente). Yo no la había visto, y, a pesar de mi disgusto, la Santa Infancia rugía de placer. En la misma línea, la semana pasada vimos Rec. Nuevo éxito de público y crítica.
El problema de nuestro cine es la disparidad de público: hay niños desde los cinco hasta los veinticinco.
Unos días más tarde, vino la madre de H., uno de los pequeños, a pedirme permiso para llevarse al niño a las aguas benditas durante tres días. “¿Y eso”, le pregunté yo, temiendo que el niño estuviera enfermo. “Porque desde el domingo no duerme. Tiene pesadillas y se despierta gritando”. Llamé a H. y le pregunté el argumento de sus sueños. Respuesta concisa: frenjis que se comen a otros frenjis. Y así se ha ganado una estancia de tres días en el manantial, en aras de la armonía familiar (la casa sólo tiene una habitación, y son varios niños pequeños, con lo cual los terrores nocturnos se contagian como la gripe o el canibalismo de películas de miedo de serie B).
Nuestro comité de programación –a la sazón compuesto por servidora y ella misma- ha decidido revisar los criterios de nuestro espectáculo. Los disidentes de turno claman que esto son daños colaterales, pero estamos aguantando el tirón. Este domingo: Sonrisas y Lágrimas (misteriosa traducción donde las haya de The Sound of Music, pero nunca tan divertida como la italiana: Todos juntos apasionadamente). Qué suerte la de los programadores de televisión, que nunca se enfrentan cara a cara a su público…