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Posts Tagged ‘Cine’

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Abr 22

DE MORDOR A LA OROMÍA

Se me acerca un niño corriendo por la calle. Me enseña la mano. En el dedo pulgar, lleva una anilla de hierro:

_ Me he encontrado el anillo de Frodo –me suelta

_ ¿Y qué vas a hacer con él?

_ Destruirlo antes de que vengan los orcos

_ Cuidado con el poder –le digo – te destruirá a ti

_ Ya, ya lo noto cómo me va entrando –me replica riéndose

Su madre sale de una casa cercana. Tiene que ir a por agua. Se despide: “Nos vemos el domingo”.

En la misión en la que vivo ahora, comparto vida y trabajo con gente que conoció mi trabajo con mi Santa Infancia. Ya la primera semana, me pidieron que comenzara aquí también con mi actividad cinéfila. Digo mi actividad cinéfila porque es así: es mía. No pongo grandes condiciones, sólo una: si yo traduzco, es mía también la decisión final sobre las películas que se proyectan.

Pongo esta condición porque hay más gente de la que parece que, cuando nosotros decimos “los domingos tenemos cine”, entienden “los domingos hacemos un cine-fórum”. No. Son actividades distintas. Podríamos hacer un cine fórum… pero es complicado con niños de edades tan distintas… y no me apetece.

A lo largo de los años, me he encontrado con dos opiniones, fundamentalmente expresadas por gente que trabaja en proyectos católicos:

  1. El cine es un elemento de colonización cultural, por lo que cualquier referencia audiovisual no etíope debe ser evitada y jamás incentivada. Las películas no hablan de su cultura y, por lo tanto, no les aportan nada. Acto seguido suelen sugerirte que proyectes El Rey León, esa película hecha en américa, con argumento y espíritu americanos, con música compuesta por un inglés. Pero salen leones. Creo que en toda Etiopía debe haber veinte leones. Los más radicales suelen prohibir cine y televisión al interno de proyectos y orfanatos.

Ante este argumento, yo mantengo la idea de que uno de los recuerdos más potentes y muchas veces más entrañables que todos tenemos habla de cuando íbamos al cine de pequeños. Y no íbamos a ver películas ni de Alfredo Landa ni de Buñuel. Íbamos a ver los Goonies y ET. Y nos encantaban. Y muchos atesoramos estos recuerdos entre los más preciados de nuestra infancia, cualesquiera que fueran las condiciones en las que vivimos. Si yo puedo dar a los chavales etíopes ese mismo recuerdo… ¿por qué no hacerlo?, ¿por qué negárselo? Y, aunque muchos misioneros de la vieja escuela y toda la iglesia ortodoxa parecen haberlo olvidado, el cine es arte. Igual que la literatura. Igual que la música. Lo mismo que estudian literatura, deberían estudiar cine. Nadie diría que estudiar un cuadro de Van Gogh es colonización cultural. No sé por qué, cuando hablamos de recursos audiovisuales, hay gente que pretende que sólo veamos películas etíopes. Películas que, por cierto, tienen una calidad pésima desde todos toditos los puntos de vista. Y que rara vez son mínimamente adecuadas y/o atractivas para niños.

  1. Es desperdiciar recursos. Las películas tienen que hacerles pensar. Que reflexionen. Y acto seguido te preguntan si ya has proyectado Hotel Rwuanda. Mi Santa Infancia, después de ver Hotel Ruanda, Shooting Dogs y The Last King of Scotland, me preguntaron si no había películas de africanos en las que no mataran salvajemente a otros africanos. Sí, claro. Hay también películas de rappers de Sudáfrica, y películas etíopes de calidad… hechas en el extranjero por etíopes de la diáspora con fondos extranjeros y que son muy difíciles de conseguir, no ya en copia original, sino en copia pirata de calidad medio decente.

Volviendo a mi respuesta anterior, nadie decimos “cómo la gocé viendo La Lista de Schindler”. Puede ser que nos gustara La Lista de Schindler, pero seguramente no forma parte de esos recuerdos entrañables. Sí que nos hubiera gustado salvar judíos, pero a una cierta edad le ves más atractivo a volar en bicicleta.

No digo que no haya que hacer cine fórums. Sí que hay que hacerlos. Pero con grupos pequeños y personal preparado para hacerlos… y mi amárico no da para tanto (ni mi tiempo, son cosas que hay que preparar muy bien).

Además, como reina soberana de la actividad, lo digo bien claro: el objetivo no es que piensen, no es que reflexionen. Quiero que sueñen. Que se evadan. Que se escapen de la porquería de vidas que suelen tener. Muchas veces, no puedo cambiarles la vida. Pero, durante dos horas, pueden ser reyes y reinas de Narnia. Pueden encontrarse el anillo de Frodo en la polvorienta calle de su casa, al lado de los restos de la última vaca muerta

En mi sitio actual, como primera película, elegí la primera de Narnia. Éxito brutal. Después de las tres de Narnia, recalamos temporalmente en Spider Man y, desde hace varios fines de semana, estamos inmersos en El Señor de los Anillos. Nos ocupa bastantes domingos porque el salón en el que lo hacemos acumula mucho, mucho calor y hemos comprobado que después de una hora y media, los niños se ponen agresivos. En serio. Cuando vimos entera la tercera parte de Spiderman, en la segunda hora, un chaval le pegó a otro porque se había tirado un pedo. Tuvimos que separarlos por la fuerza. Así que vemos como máximo una hora y media cada domingo, para que nadie se deshidrate.

Como espero que se entienda, a mí me fascina. Me encanta ver las películas con ellos y me encanta que salgan de mi boca palabras con la sabiduría de Legolas. Es una actividad que, lo digo honestamente, me deja exhausta. Es como hacer teatro improvisado durante una hora y media, traduciendo entre dos lenguas (inglés y amárico) que no son la tuya. Pero me da un subidón de adrenalina que, me acompaña toda la semana.

 

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Mar 12

FEKER NA KETEMA

En los últimos tiempos, por razones que no vienen al caso y que contaré otro día, paso mis días libres de oficina en oficina gubernamental en Addis. Tengo una amiga que también comparte estas razones que no vienen al caso, y así hemos bautizado nuestros lunes “Feker na Ketema”. Para los no avanzados en amárico, sería la traducción de Sex and the City. Nos partimos de la risa solas.

Dedicamos nuestros lunes a buscar oficinas gubernativas. Así, nos hemos dado cuenta de que la burocracia etíope es culo inquieto, y cambian sus dependencias aproximadamente una vez cada dos meses. Considerando que la ciudad ha superado ampliamente al Madrid de Gallardón en lo que a obras se refiere, las tournés son siempre divertidas.

Con las semanas, cada vez nos hemos ido emocionando más. Si Carrie compra en Hermés, nosotras nos plantamos en Merkato. Ella va con los míticos Manolo’s, y yo, para emularla, me he comprado unas sandalias de cuerdas por 20 birr. Es como ir descalza. Literal. Notas todas las piedras en la planta del pie. Así, nos ponemos nuestro mejor plástico encima y nos lanzamos a la ciudad. La semana pasada, mi colega se emocionó tanto que vino hasta maquillada.

El caso es que a mí me encantaría adaptar series petardas a la cultura local. Me quedarían fantásticas. Soy capaz de verlo: una Carrie Bradshaw en Koshe, con sus bolsitas de plástico llenas de mierdas rescatadas entre la basura; una Blair Waldorf malcriada entre vacas en Wello; un Glee en una escuela de barro en Gondar. Molaría mil. Mañana llamo a la Ethiopian Television. Me veo como la próxima Lena Dunham. De verdad.

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Mar 09

VOLVER

Como han sido los Oscars, el Pisuerga pasa por Valladolid y de alguna manera tenía que volver, hoy hago post de cine. Después de ver a Jennifer Lawrence y Anne Hathaway ganando (bueno, no las ví, pero lo he leído), creo que ya no me queda nada por ver. A este paso, el Oscar honorífico de la 105 edición se lo darán a Shannen Doherty. Y eso que yo soy fan de Los Juegos del Hambre. Intenté implantar esa nueva religión entre mi Santa Infancia hace algunas semanas. A pesar de que me curré una traducción que me dejó exhausta, en la que les enumeré incluso las ocupaciones de los trece distritos de Panem, no lo pillaron del todo y no les moló. Yo pensaba que la fórmula “adolescentes luchando a muerte” era infalible en cualquier cultura y planeta, pero se ve que no.

Para recuperar esa fiebre idiota, la semana pasada comenzamos a ver Crepúsculo. Crepúsculo es esa película donde todo el mundo susurra y tienen cara de “otra vez se han atascado las cañerías en el set de rodaje, pero ni muerta me acerco a los baños”. Vamos, que se les nota que están oliendo algo podrido, pero que no piensan ir a ver de dónde viene la peste. Y tampoco piensan ir al baño porque perderían esa expresión de estreñimiento fashion que lucen durante toda la película.

A mi Santa Infancia le fascina Crepúsculo. Como no han aprendido a decir Twilight, y yo todavía no he tenido tiempo de mirar el diccionario para ver cómo se dice en amárico (de momento lo he traducido como “la luz del final del día”), pues lo llaman “La peli de Edward”. De Bella pasan tres pueblos. Lógico.

Lo mejor del caso es que el mes pasado vimos Blancanieves. No la de Maribel Verdú (todavía no la he visto), ni la de Julia Roberts en un viaje malo de LSD, sino la de la mismísima Kirsten Stewart. Lo más destacable es que tampoco en esta película consigue decidirse la chiquilla. Se queda a medio camino entre el cazador inexpresivo y el jovenzuelo con aspiraciones. Considerando que pilló cacho en el set de rodaje y luego se arrepintió un montón de haber pillado cacho, yo creo que esta chica se está encasillando un mucho en situaciones de “quien mucho abarca, poco aprieta”. También se está encasillando en películas donde sólo se susurra. Al margen de su permanente desazón amorosa, a Bella la definirían en mi ciudad como mancieta, en el resto del mundo como “pavisosa”, y ella la definiría como “oligolérdica” (sí, yo también la leo).

Para lo único que me sirvió la película fue para decidirme por estilismo. Hoy tengo cita en mi particular “Sex and the city” (Feker na Ketema en amárico), y hemos decidido ir a una peluquera que ha trabajado en Canadá. Se ve que trabajar en Canadá te da un estatus en el mundo de los salones de belleza de Addis. Lo único que sé es que los frenjis la llaman Rachel y sus colegas de trabajo Rahel. Les cuento mañana.

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Jul 10

PATINAZO

Como ya hemos explicado alguna vez, nuestro cine de barrio es una actividad floreciente. La Santa Infancia presenta la misma ausencia de criterio cualitativo que la mítica Señora de Cuenca , y así vemos de todo un poco, en la seguridad de que todo les encanta.

En vacaciones compré 28 Días Después (no la de Sandra Bullock rehabilitándose a base de plantas que florecen, sino la de gente que se come a gente). Yo no la había visto, y, a pesar de mi disgusto, la Santa Infancia rugía de placer. En la misma línea, la semana pasada vimos Rec. Nuevo éxito de público y crítica.

El problema de nuestro cine es la disparidad de público: hay niños desde los cinco hasta los veinticinco.

Unos días más tarde, vino la madre de H., uno de los pequeños, a pedirme permiso para llevarse al niño a las aguas benditas durante tres días. “¿Y eso”, le pregunté yo, temiendo que el niño estuviera enfermo. “Porque desde el domingo no duerme. Tiene pesadillas y se despierta gritando”. Llamé a H. y le pregunté el argumento de sus sueños. Respuesta concisa: frenjis que se comen a otros frenjis. Y así se ha ganado una estancia de tres días en el manantial, en aras de la armonía familiar (la casa sólo tiene una habitación, y son varios niños pequeños, con lo cual los terrores nocturnos se contagian como la gripe o el canibalismo de películas de miedo de serie B).

Nuestro comité de programación –a la sazón compuesto por servidora y ella misma- ha decidido revisar los criterios de nuestro espectáculo. Los disidentes de turno claman que esto son daños colaterales, pero estamos aguantando el tirón. Este domingo: Sonrisas y Lágrimas (misteriosa traducción donde las haya de The Sound of Music, pero nunca tan divertida como la italiana: Todos juntos apasionadamente). Qué suerte la de los programadores de televisión, que nunca se enfrentan cara a cara a su público…

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