GENDER AND OUTFITS
Me llegó hace un tiempo una columna que me gustó bastante de Pérez Reverte sobre cómo le había conmovido un padre que protegía con su actitud a su hijo disfrazado de Rapunzel. Sí, aparentemente Pérez Reverte de vez en cuando se conmueve.
A mí, obviamente, me da igual que la Nena se vista de Cenicienta o de Spiderman. El problema es que a ella lo que le gusta no es vestirse de Cenicienta o de Spiderman. Lo que ella le gusta es vestirse de rabalera.
Baste decir que para Reyes se pidió unos zapatos de tacón (recordemos que tiene cuatro años). Desde hace un año, nos florecen en casa pintalabios, esmaltes de uñas, coloretes y botes de perfumes a cada cual más pestilente que le compran las señoras y las adolescentes del barrio. En los días de mi vida había tenido yo tanto maquillaje en mi armario del baño. Y lo peor estas Navidades, contra viento y lluvia, me arrastraba fuera de casa en España exprofeso para ir a ver el escaparate del Stradivarius. El escaparate de Nochevieja. Toda la ropa incluída en el susodicho escaparate hubiera cabido en un bote de Cola Cao.Y allí se quedaba, con la nariz pegada al cristal hasta que hacía vaho, repitiendo sin cesar: “Mamá, es precioso. Mamá, quiero esas lentejuelas. Mamá, quiero esos flecos. Mamá, qué mono ese vestido de las tetas. Mamá, quiero ese pelo. Está toooodo bonito”. La transcripción es literal. Sabe decir lentejuelas, flecos, plataformas y animal print. Pintalabios lo sabe decir también. En cuatro lenguas distintas: español, amárico, inglés e italiano.
Lo difícil, en mi humilde opinión, no es sacar la cara y el pecho por tu hijo de cinco años vestido de Rapunzel. Lo difícil será sacar la cara y el pecho por la Nena de diez años vestida de tronista. Tiempo al tiempo.