• Home
  • tariKe.org
Blue Orange Green Pink Purple

Posts Tagged ‘Tarike’

You can use the search form below to go through the content and find a specific post or page:

Dic 05

MAMÁ, ¿TÚ TIENES AMIGOS?

Desde que acabó la Pascua estamos en temporada de bodas. La Nena hace ya tiempo que está fascinada con el tema “bodas”. Se podría pensar que ella lo que quiere es tener un papá. Para nada. Ella lo que quiere es que nos compremos un “vestido de las tetas”, esto es, palabra de honor. Lo demás le toca un pie. Así, hemos mantenido diversas conversaciones al respecto:

Un día estábamos en misa y anunciaron que una pareja se casaría al domingo siguiente, y los novios se pusieron de pie para que todos los viéramos. La Nena, por lo bajini, empezó:

_ Mamá, ¿qué hacen?

_ Se van a casar el domingo que viene

_ Y tú, ¿no te casas?

_ No, hija, Hoy no.

_ Mamá, ¿tú tienes amigos?

_ Sí, muchos

_ ¿Amigos chicos?

_ Sí, también amigos chicos

_ ¿De los que se casan?

_ Sí, cari, de los que se casan. Pero no conmigo.

 

Otro día:

_ Mamá, te puedes casar con el yayo (mi padre)

_ No, no me puedo casar con el yayo. El yayo es familia y no te puedes casar con nadie de la misma familia.

_ Pues el yayo está casado con la yaya

 

Y, finalmente, después de haberle pedido matrimonio a cinco niños y niñas distintos, mi preferida:

_ P. (a una amiga nuestra), ¡yo me quiero casar ya!

_ Primero tienes que encontrar a una persona que te quiera mucho para toda la vida

_ Pues me caso con mamá

 

Nadando en baba me encuentro.

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Ago 04

SELAM NEH

Te cojo finalmente en brazos. En la otra habitación, tu madre delira bajo los efectos de la anestesia. Me llama. Alguien le dice que estoy contigo. Te acuno. Me acuerdo de la teoría de los mil primeros minutos de vida. Por azares de la cesárea, los primeros ciento veinte te ha tocado pasarlos conmigo.

Te canto una canción que me ha enseñado la Nena, y que es la única que me sé en amárico. Dice algo así como: “muñeco mío, muñeco mío, te quiero un montón, te quiero como a mi madre”. No es exactamente una nana, pero quiero que lo primero que oigas sea amárico.

Eres lo más bonito que he visto jamás. Ya verás, seguro que tu madre piensa lo mismo. Tiene algunos problemas, y ni siquiera está segura de querer tenerte. Es más, estaba bastante segura de que no quería tenerte.

Te arrullo con una melodía sin palabras (la canción del muñeco es muy repetitiva). Y te digo lo primero que oirás, y que te repetirán millones de veces a lo largo de tu vida. No te lo pregunto, lo afirmo:

_ Salam neh- estás en paz. Por ahora, en mis brazos, estás en paz. Y seguramente nunca lo sepas, pero la frenji con la que pasaste los primeros ciento veinte minutos de vida te recibió con la palabra paz, y le dio gracias a ese Dios que te hizo nacer. Y le dio también las gracias por haberos hecho encontraros, tú y ella, niño sin nombre, niño Esperanza.

La frenji, además, aprovechó para pensar en todas las cosas maravillosas que le han pasado en estos años. Y tú, niño sin nombre, eres una de las más bonitas. No hay momento como el presente, ni Esperanza tan evidente como la vida que nace. Nueva Vida. Nueva aventura, niño.

 

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Dic 05

LA OTRA CARA

Si ustedes han leído mis anteriores posts sobre nuestra vida en el gueter, estarán ya al tanto de la fascinante adaptación de mi Nena, que se está criando cien por cien etíope (a veces, más de lo que me gustaría). Si los leen atentamente (¡anímense!), verán que siempre me he referido a momentos en que la Nena y yo estábamos en casa o a momentos en que la Nena está con otras personas etíopes. Esa es la parte bonita. La otra cara, lo que se nos hace más duro, es salir a la calle juntas. Sí, algo tan normal como salir a comprar o a dar una vuelta, se nos transforma en una gimkana a prueba de nervios.

En el barrio donde vivíamos en Addis, la gente a mí me tenía más vista que el tebeo. La llegada y la presencia de la Nena despertaba comentarios amables en un noventa por ciento de los casos. Los primeros días incluso hubo gente que vino a felicitarnos a casa con regalos. De esas primeras semanas nos ha quedado un guardarropa tradicional de lo más variado.

Aquí no. Aquí yo soy nueva, la Nena también, y las dos juntas más. Al principio fue muy duro. No exagero si digo que se paralizaba la vida en torno a nosotras. La gente salía de las tiendas para vernos pasar. Los carros se paraban, la gente se daba codazos, se levantaba de los puestecillos de té para vernos… Y lo peor es que, de cada cinco personas que nos cruzábamos, tres sentían la imperiosa necesidad de hacernos saber su opinión. A veces a gritos, a veces observaciones hechas con el convencimiento de que no podíamos entenderlos. Sólo que sí los entendemos. Y la mitad eran agradables, y hasta graciosos, pero la otra mitad no. La otra mitad eran crueles.

Salir de casa y que en los primeros diez metros otras tantas personas te recuerden que “esa no es tu hija” es, honestamente, un calvario. “No la has parido” (¿en serio?, no jodas), “ella es abeshá y tú no” (nueva constatación de la evidencia), “de dónde la has sacado”, “a quién se la has robado”, “quién te la ha vendido”… suma y sigue. Los primeros quince, los aguantas. Hasta finges no escucharlos. Como un pedo que se tira alguien que tienes al lado o como las palabras que la gente ha buscado en Google para llegar a ti. Algo externo, de alguna manera vinculado a ti, pero que en lo que no puedes influir. Luego, te hartas y contestas:

_ ¿De quién es la niña?– preguntado por un macarra de unos veinte años

_ Tuya. ¿Con quién estabas hace dos años?

_ ¿De quién es la niña? ¿A quién se la has robado? – otro joven aspirante a detective

_ No la he robado. Me la vendió tu madre. Cabrón.

Ha habido otros graciosos, como un señor que nos dijo “¡anda! Mirinda y Coca”. La Nena se lanzó a gritar Mirinda, porque le gusta mucho, a pesar de que le aclaré que mucho me temía que ella era la Coca. Y luego los consabidos “God bless you”, como si no te hubiera bendecido ya, o como si debiera bendecirte por adoptar, o como si adoptaras por compasión. Hubo un señor que, entre lágrimas, hasta me dio las gracias en nombre de toda Etiopía. Los hay que se erigen en embajadores de las cosas más extrañas.

Lejos de desanimarme, no he reducido un ápice la frecuencia de nuestros paseos, y me refugio en los números. Si esta ciudad tiene veinte mil habitantes, calculando que aproximadamente la mitad nos tengan que decir algo, y a un ritmo de unas cincuenta opiniones por paseo (paseo estándar de una hora; más opiniones en menos tiempo si es día de mercado), me costará unos doscientos paseos, pero, al final, toda la ciudad habrá expresado sus opiniones sobre el complicado tema de la adopción. Para entonces, espero, nos dejarán en paz. Calculo un año (paseamos mucho). Como de momento la Nena no parece entender mucho, pues me fío de eso. Es verdad que sale de casa mucho más contenta con la niñera que conmigo. Y es verdad que la niñera sale mucho más contenta de casa si no voy yo con ellas. Además, no sé por qué, he observado que la frecuencia de estos comentarios se incrementa alarmantemente si vamos las dos solas, o si la llevo con el pañuelo a la espalda (al principio, inocente de mí, pensé que parecer más “africanas” nos ahorraría comentarios). Si vamos con más gente, especialmente si vamos con el otro voluntario (chico) que vive con nosotras, me da la impresión de que nos gritan menos.

Luego, en el día a día, con la gente con la que tengo oportunidad de hablar, sí que creo que estamos contribuyendo a normalizar la adopción transracial. Digo transracial porque realmente ahora vivimos en la región de Oromia, y la palabra que se usa legalmente para designar la adopción es oromo (gudeficha). Aparentemente, en esta región se producen muchos abandonos y es común que las familias críen hijos que no son biológicamente suyos, por lo que en teoría el concepto de adopción no debería ser extraño. Es verdad que, al igual que en amárico estricto (miasadeg), este gudeficha oromo no quiere decir realmente adopción, sino “hacer crecer”. En amárico no se habla de padres adoptivos sino de gente “que te crece” (que te cría). Como la mayoría de padres adoptivos estarán pensando, falta un matiz. No estamos haciendo crecer a nadie. Son nuestros hijos. De verdad. No son hijos de vecinos muertos que acogemos de buena voluntad, pero con los que no nos vinculamos legalmente, que a lo mejor hasta los queremos, pero siempre menos que a nuestros hijos biológicos. Esa es la parte que en Etiopía cuesta hacer entender. No lo hacemos por pena, ni por ayudar, ni para ser mejores personas. Lo hacemos porque queremos ser padres. Y son nuestros hijos. Sin fecha de caducidad. Sin posibilidad de escape.

Tengo que decir que con los días, la cosa mejora. A veces realmente sólo nos saludan. El mercado que se celebra dos días por semana, con alta afluencia de gente que viene de pueblos cercanos, todavía se nos resiste, pero en los paseos normales ya hay gente que nos reconoce. En el mercado, normalmente, las señoras que venden sólo hacen bromas, o te preguntan si es tuya, y tú les dices “sí, es mía”, y entonces me contestan “pues es bien guapa”. Y de esto hablaré otro día: la Nena, al parecer, es verdaderamente guapa.

 

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Nov 28

LO IMPOSIBLE

A unos amigos nuestros de Addis Abeba (italianos) les ha pasado Eso. Lo Peor. Lo que no le deseas a nadie. Eran la familia perfecta, y, cinco segundos más tarde, ya no. Ya ni siquiera eran.

No dejo de pensar en ellos. En cómo lo han perdido todo. En cómo la desgracia les ha amputado de nuestra vida. Las relaciones entre expatriados (hablo de amistad) la mayoría de las veces son frágiles, circunstanciales. Cuando algo pasa, todo el mundo corre a ponerse a cubierto. A sus lugares de origen. Y ya no los ves más. Y te das cuenta de que esta no es nuestra casa. Casa es donde entierras a tus muertos. Para mí, L y su marido han pasado a un mundo paralelo, un mundo que no tiene apenas vinculación con el que vivo yo. Ya no están. Y no creo que vuela a verlos jamás. No podré decirles cuánto recé, cuántas dudas me plantea lo que les ha pasado, cuán injusta me parece la suerte que les ha tocado. Tampoco sé si se lo diría, porque a veces “sin palabras” no es sólo una expresión. Hay cosas demasiado horribles como para hablar de ellas.

Durante un par de días, me imaginaba a L. y al pequeño M., y la sensación era como en esa escena angustiosa de Lo Imposible, cuando la madre, en mitad de la corriente, busca por todos los medios alcanzar al hijo mayor. Y se hiere y no se da cuenta, porque sólo quiere alcanzarlo. Al final, lo alcanza, y están juntos. A L. se le escapó el pequeño.

Hay quien me critica (con cariño) porque la Nena todavía duerme conmigo. Es más, la meto a dormir en su cama y, cuando yo me voy a dormir, me la paso conmigo. He decidido que me da igual. L daría su vida entera por poder dormir una vez más con M., por bañarle una vez más, por abrazarlo… qué no daría por abrazarlo. A ella también la criticábamos (con cariño). La “niñocéntrica”. Siempre pendiente. La madre perfecta. Sin vida propia. Siempre girando en torno al niño. Como si lo supiéramos todo. Y no sabemos una mierda. Porque a lo mejor la culpabilidad no la dejará vivir, pero siempre le quedará el haber pasado el cien por cien de su tiempo con el pequeño M. Le quedará el ser la mejor madre del mundo. Madre ahora truncada, pero siempre madre.

La Nena seguirá durmiendo conmigo hasta que no quiera más. Y espero que tarde mucho en no querer más. Porque a veces me entra el miedo. Porque a veces, a la Nena, en la oscuridad, no puedo verla. Si cerra los ojos, no se le ve. Y, aunque sé que no puedo protejerla siempre, me he puesto una luz de esas de noche para verla mejor. Para que la oscuridad no la alcance.

Como dije hace unos días, espero que todo esto (que nos rodea), visto desde Arriba, tenga algún sentido. Yo, estos días, no se lo veo.

 

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Nov 24

VUELA

Vuelvo a Kore. Llego a mi sitio anterior, cargo en el coche a dos elementos de la Santa Infancia, y nos vamos a ver a la señora F.

La encontramos, obviamente, en la cama. A pesar de que mira ya sin ver, con los ojos y el alma ya más Allá que aquí, me reconoce. Me arrodillo, la beso en la frente, le acaricio la cara como si fuera esa niña pequeña que creo que nunca fue. Levanta la mano, cuatro dedos extendidos. Sus cuatro hijos, me recuerda. Intenta hablar. No puede. Le digo que esté tranquila, que la he entendido.

Es casi de noche, y hace ya cinco años desde que también, casi de noche, llegué a su casa porque sus hijos me pidieron que fuera a verla. Mientras intento sacar conversación de donde no la hay, me asaltan todos los momentos vividos desde entonces: los hospitales, los ingresos, aquella vez que había tanto barro que la tuve que cargar en brazos hasta el coche (no fue difícil. Pesaba ya muy poco)… y también la sonrisa de su peque, A., que entonces tenía dos años y ahora me mira asombrado, desde sus siete años.

Y sé que se ha acabado. Y sé que ella también lo sabe. Que el tiempo regalado se ha agotado. Que ella está muy cansada. Y no le pido que aguante. No le pido que lo haga por sus hijos. No le pido que mire hacia adelante. Porque ya no hay más adelante al que mirar. Le pido que descanse. De verdad. Le pido que vuele, que salga de su miseria, que corra a buscar lo que sea que la esté esperando. Por fuerza, tiene que ser mejor que lo que ha vivido hasta ahora, hijos aparte.

La Nena pide entrar en la chabola, y la cojo en brazos. La señora F., desde la cama, sonríe al verla. La Nena trepa y, a pesar de que la señora F., objetivamente, da miedo, le sonríe también y le da un beso. Le digo que está enferma. La Nena le acaricia también la cara, que se ve que es lo que hacemos en esta casa cuando alguien está enfermo. La señora F. duerme.

Tardará quince días más en dormirse del todo. En ese sol despiadado en el que vivo ahora, miro al cielo cuando suena el teléfono. Aquí hay muchos, muchos pájaros. Espero que la señora F. esté volando como ellos. Y que, vista desde arriba, su vida tenga algún sentido.

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Oct 20

SOUTH OF NOWHERE

Hace ya un mes que hice El Viaje. Ese Viaje con el que sueña todo voluntario cuando viene. Ese Viaje que te hace bajar desde el altiplano, en dirección al sol, a las acacias y a las vacas escuálidas. Ahora sí. Estás en África.

Al contrario que mucha gente que viene nueva, yo tuve la suerte de hacer ese viaje rodeada y arropada por mi ahora ex compañero de piso y una de mis cuatro o cinco BFFs. Se tomaron un día para asegurarse de que la Nena y yo llegábamos al Sur en perfectas condiciones, con nuestras ropas, nuestros juguetes y nuestras escasas pertenencias intactas.

Pensé aquel día que a lo mejor ése era el Viaje que habría debido hacer hace nueve años, cuando llegué a Addis por primera vez. En aquella ocasión, llegué a un aeropuerto a oscuras, donde me recibió una persona que ya ha fallecido. Lo que más me llamó la atención, en aquel momento, fueron los olores. Addis Abeba –me pareció- apestaba. Pasamos por el matadero, y el olor a carne podrida era nauseabundo. Algunos minutos después, el olor del Koshe que yo todavía no conocía, nos recibió en Mekanissa.

En mi Viaje de ahora no hay basurero, pero vuelvo a encontrar la pobreza. Es una pobreza distinta, creo, algo más digna, más sostenible. También más duradera (las cosas han sido siempre así) y, si cabe, más resignada.

Si alguien me busca, que me busque en Zway.

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Oct 18

ME VOY

Me llevo tres lenguas, varias habitaciones distintas y dos casas vividas en estos ocho años.

Me llevo un círculo estrecho de amigos que comparten vida, trabajo e ideales. Me llevo toda esa gente con la que he vivido, que me ha hecho sacar lo peor y lo mejor de mí. Que ha soportado y valorado lo peor y lo mejor de mí.

Me llevo las noches de hospital, los días de funeral, las carreras luchando contra lo peor, la angustia de la certeza del fracaso, el vacío de lo irreparable.

Me llevo la pobreza, entendida como niebla envolvente y pegajosa, despojada de tópicos: dura, oscura e ilimitada. Me llevo el sufrimiento humano en sus variantes más crueles, las madres que odian a sus hijos, los niños incapaces de sentir con dignidad. Me llevo historias rotas, truncadas, pero también aquellas que tienen un futuro, una esperanza.

Me llevo muertes por sorpresa, nacimientos inesperados. Me llevo la Vida como una corriente impetuosa que nos arrastra, queramos nosotros o no. Me llevo la Esperanza de las pequeñas cosas, las sonrisas torcidas y aquellas enormes. Me llevo lágrimas y juegos, la escritura vacilante de G, las piernas torcidas de A., los pulmones negros de Y., su respiración, años después, segura y sana. Me llevo abrazos, tantos abrazos. Y besos con babas, con mocos, piojos en la ropa, hongos en la piel.

Me llevo las caídas de D., la vida normalizada de R., la primera regla de L, las pastillas (y todo lo demás) de M. Los “te odio”, los “eres la mejor madre que he tenido”, los “te quiero y eres la más guapa del mundo”.

Me llevo ET volando en una bicicleta, Harry Potter que se para en su octava película, a falta de los veinte minutos finales, me llevo la traducción de Matrix y la pasión por Lobezno.

Me llevo la habilidad de conducir, el saber manejar un taladro, los reports, los proyectos diseñados. Me llevo la ilusión por cambiar el mundo, la certeza de no haberlo logrado, la satisfacción de haberlo intentado, las ganas de intentarlo todavía, con todas mis fuerzas.

Me llevo la creencia de que todo lo que hice, lo hice porque respondía a una llamada más grande que yo. La misma llamada que ahora me lleva a otro sitio.

Me lo llevo todo. Porque es mío. Me lo he ganado.

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Jun 19

LA DOLCE VITA

Cuando expresé mi deseo de iniciar un proceso en adopción, hubo gente en mi entorno que se preocupó por motivos obvios: soy una madre sola y trabajo como voluntaria. Hace años que no ingresa un euro en mi cuenta corriente, y vivo en el extranjero, lejos de mi familia próxima y de mis amigos más antiguos. Mi jornada estándar de trabajo, en aquel momento, eran diez horas diarias, siete días a la semana, colmada de responsabilidades inaplazables.

He leído una entrada de Madre de Marte y creo que, seis meses después de la llegada de la Nena, puedo afirmar con rotundidad que, si ustedes me conocieran, me envidiarían. Mogollón. Todo lo que he hecho hasta el momento me ha conducido a la situación óptima para ser madre soltera.

Desde el minuto 1, mi entorno de trabajo ha asumido que, después de ocho años de entrega dedicada, mi prioridad ahora es la Nena. Sigo trabajando diez horas al día, pero en muchos momentos la Nena está conmigo. Es verdad que echar broncas mientras la Nena se mea de la risa y me mete los dedos en la nariz puede ser un desafío, pero es mejor que vivir con sentido de culpa y resentimiento hacia la Humanidad mientras mi Nena espera en casa a que yo llegue. Además, tengo los fines de semana libres. Y, si un día me agobio, tengo doscientas niñeras eventuales encantadas de llevarse a la Nena a dar una vuelta mientras yo me relajo. Y, sobre todo, mi trabajo me sigue encantando.

El hecho de vivir en Etiopía me permitió adoptar como madre soltera. En España no me habrían dado la idoneidad ni borrachos. No por mi desequilibrio mental –que disimulo bastante bien-, sino por mi paupérrima situación económica. En Etiopía accedí a la adopción nacional, y aquí sí cumplo los requisitos. Hay una asociación que certificó que tengo un presupuesto a disposición para mis gastos con un límite bastante más alto de lo que el sentido común y mi conciencia me marcan.

Comparto mi casa con otros voluntarios. A priori, se puede pensar que esto te quita intimidad y privacidad y demás. Como saben las madres solteras, los momentos de angustia son mucho, mucho más angustiosos si estás sola. Los que viven conmigo me apoyan y, sobre todo, quieren mucho a la Nena. Si quiero, puedo salir cualquier noche a darme un garbeo sin problemas. Si no salgo, es porque estoy cansada o no me apetece separarme de la Nena, no porque no tenga o no pueda pagar a alguien de confianza con quién dejarla. La semana pasada tuve dolor de espalda. El voluntario que vive conmigo se levantó antes y vino a sacarme a la Nena de la cuna. Cuando él se fue a trabajar, llegó la niñera. Estuve toda la mañana en la cama viendo 30 Rock. Entre episodio y episodio, me levantaba a ver a la Nena, que, por supuesto, ni siquiera se enteró de que yo no estaba bien.

Nuestra casa es enorme. A veces presenta overbooking, pero la Nena tiene siempre un salón enorme para jugar, e incluso un jardincillo con su columpio y su tobogán. Cuando llegó la Nena, a mi me parecía que teníamos ya de todo. Hasta que abrí la bolsa que me mandó mi madre y descubrí lo que nos faltaba: pijamas. No se me había ocurrido que podía necesitar pijamas. Pero llegó esa bolsa, y muchas otras de más gente después, y a día de hoy tenemos ropa que jamás me habría podido permitir, y juegos de segunda, tercera o primera mano, hechos por mí o regalados, con los que, de momento, no se aburre.

Es verdad, nuestro plan para emergencias gordas se reduce a una lista de personas que darían medio brazo por nosotras sin rechistar (plan para emergencias pequeñas no tenemos, porque la emergencia es un poco nuestro estado natural). Pero eso ya es mucho. Y mi baja por maternidad se redujo a un mes y medio, pero si un día no voy a trabajar porque la niñera no viene, ni me echan, ni se acaba el mundo. Hago lo que puedo con la Nena a cuestas y sanseacabó. Y, si decido trabajar en fin de semana, es porque quiero o porque me divierte, no porque nadie me obligue.

Como yo soy mucho de prepárame para lo peor, me puse en un proceso de adopción que, según mis previsiones, tenía muchas posibilidades de emparejarme de por vida con un niño/a cargado de traumas y con problemas de conducta. La Nena, por el momento, es la niña ideal. Muy, muy trasto, pero capaz de concentrarse cuando algo le gusta. Cuando ocasionalmente me disculpo por tener una niña capaz de destrozarte la plancha en treinta segundos, hay quién me pregunta si de verdad yo, que soy culo inquieto, esperaba que el destino me asignara una niña toda zen. Además de movida, es muy afectuosa, apegada a mí desde el primer minuto. Sigo con mi idea de prepararme para lo peor (adolescencia resentida) pero de momento he conseguido convencerme de que puede ser que sí, puede ser que realmente haya tenido tanta suerte. Y me dedico a disfrutar de este primer año como familia. La veo crecer, y me creo lo que me dice la Santa Infancia: que es una Nena preciosa y feliz. Me ha costado creérmelo (no puede ser, algo tiene que ir mal), pero lo consigo cada día.

Cuando en Navidad estuvimos en España, pasé por delante de un vendedor de lotería. Normalmente, siempre compro algún número si estoy en España en esas fechas. Nunca se sabe. Este año no compré. Me pareció que sería pedir demasiado. Y no puedo pedir más, porque lo tengo ya todo. Y, sinceramente, creo que lo que no tengo (casa en propiedad, marido, nómina, revistas de cotilleo periódicas, conexión decente a Interné…) es porque no lo necesito.

 

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Jun 03

LA SEÑORA PARLAMENTO

Los cuarenta días después de Pascua y hasta Pentecostés son el tiempo de las bodas en Etiopía. Se suelen celebrar en domingo y la gente, como es muy apañada, suele irse a currar el lunes vestido con lo mismo que llevaba el día anterior para la boda. Te encuentras a los seveñás vestidos de traje y corbata, que parecemos una embajada.

Cuando fui a hablar con la señora Zeib, directora de la Oficina de Asuntos del Niño y la Mujer de Addis Abeba, pensé que ella también había estado de boda el día anterior, visto que lucía una túnica de terciopelo negra que parecía una actriz de segunda fila vestida para hacerse el book que la lanzará a la fama (o eso cree ella).

Yo había echado mi solicitud de adopción en su oficina cuatro meses antes, donde, como ya expliqué en su momento, me habían informado de que cada mes se reunía un comité presidido por ella, con los expedientes de las familias y los expedientes de los niños amontonados en dos orfanatos públicos de Addis Abeba, y procedían a las asignaciones. Los meses habían pasado y, ante la ausencia de ningún tipo de noticias, me colé en su oficina, junto a G., una amiga mía, también extranjera residente en Addis, cuya familia estaba en aquel momento en la misma situación que yo.

Tras los saludos iniciales, procedimos a explicarle que nuestras solicitudes habían muerto en la mesa de sus asistentes.

_ Aquí no hacemos adopciones internacionales– nos cortó

_ Ya… nosotros no somos adopción internacional. Somos residentes en el país desde hace más de dos años. Por lo tanto para la legislación etíope, somos una adopción nacional- le explicamos.

_ No. Vosotros hacéis adopciones internacionales, porque sois extranjeros

_ Residentes en Etiopía, no podemos solicitar adopción internacional porque vivimos aquí – obviamente, yo no puedo adoptar desde España, porque no vivo en España y no puedo solicitar la idoneidad en España.

_ Ya, pero os vais a ir- sentenció

_ Llevamos aquí ocho años, y no pensamos irnos antes de otros dos– respondimos, sabiendo que ella tiene toda su familia ya en el extranjero y que seguramente se irá antes que nosotros.

_ Ya. Pero no conocéis realmente Etiopía. No sabéis el amárico

_ Sí sabemos el amárico – esto, obviamente, lo dijimos en amárico.

_ Pero lo habláis mal

_ Trabajo en amárico. Traduzco en amárico. Leo en amárico– le respondí, como si fuera una escolar aplicada

_ A mí lo de las madres solteras no me gusta- siguió, mirándome fijamente- el niño será siempre medio huérfano. Mi madre se volvió a casar con un señor que no era mi padre, y siempre me pregunté quién era mi padre– completó

_ Todos nos hacemos preguntas sobre nuestros orígenes. Es normal. –contesté, a punto de soltarle “aishósh”- y respeto su opinión sobre la maternidad soltera– mentira, no la respeto, pero bueno- pero la ley etíope y la ley española me dan el derecho de adoptar como madre soltera

_ Aquí las leyes las hago yo- me soltó

_ Uy,– contesté- yo pensaba que las hacía el Parlamento

_ Bueno… es que no es ley, son reglamentos internos, y los estoy cambiando

_ Realmente, la posibilidad está recogida en la Ley de Familia. Y, en cualquier caso, usted todavía no ha cambiado nada.

_ Yo quiero centrarme en las adopciones nacionales- reiteró. Y allí procedió a explicarnos que las familias etíopes querían más a los niños adoptados: que los adoptaban en la primera semana de vida y que los elegían con rasgos similares a los de los padres adoptivos, y que nunca les decían que eran adoptados. Ergo los querían más. El niño, según la señora Zeib, crecía sin problemas de identidad.

Según sabíamos, en aquellos cuatro meses, su oficina había recibido quince solicitudes de familias, ocho frenjis y siete abeshás. Le preguntamos si cabía la posibilidad de que dieran prioridad a las abeshás, y luego nos asignaran a los frenjis. Respondió categóricamente que no había tantos niños en situación de adopción en Addis Abeba. Sólo el Kebede Tzehay –uno de los orfanatos bajo jurisdicción de su oficina- tiene doscientos niños de entre uno y seis años. Aseguró que todos están allí temporalmente, en lo que sus familias arreglan cualesquiera que sean los problemas que han conducido al abandono. Mientras pensaba que esta señora y su túnica son, eventualmente, también jefas del sector donde yo trabajo, le pregunté si Servicios Sociales tenía algún programa de seguimiento de estas madres que habían dejado a sus hijos allí. Tienen muchos programas me dijo. Ninguno específico para ese target. En cualquier caso, me dijo, la vida en Addis ha mejorado mucho en los últimos años. La gente vive mucho mejor. Le dije que yo vivía en Kore. Es verdad, el basurero prospera saludablemente. La gente que se pasa el día buscando entre la mierda, también.

Dio por concluido el encuentro asegurándonos que jamás nos asignaría ningún niño porque éramos dos familias extranjeras. Que ella a los frenjis no nos daba niños. Ni siquiera uno del Gambella, aunque nadie lo quisiera porque no se iba a parecer a nadie. “Y voy a cerrar la adopción para las madres solteras”, concluyó, mirándome. Ella sola.

Aparentemente, está casada con alguien del Partido. En los orfanatos bajo su cargo entran y salen los niños sin ningún control. De noche y de día. Sus hijos estudian en Estados Unidos, pagados por agencias de adopción.

Hay a quien sus asistentes, que aparentemente no tienen ninguna comunicación con ella, le han asegurado que sí pueden asignar, a cambio de una donación. Sé que hay gente que adoptó poco antes que yo y que sí consiguió asignación normal en su oficina. Realmente, no sé en qué momento su filosofía delirante tomó el control de la oficina. Su jefa directa, que sería la directora de la Oficina de Asuntos del Niño, la Mujer y el Joven, nos dijo que era consciente de esta situación, pero que no podía hacer nada. Nos recomendó ir a pagar a alguna otra parte.

Aquel día me prometí que, si mi futuro hijo llevaba todavía pañal, me lo llevaría a saludarla, Y lo dejaría encima de los sofás de cuero nuevos relucientes que la señora tiene en su oficina. Sin pañal. Fresquito.

Sorteé a la señora Zeib yéndome a adoptar a otra región de Etiopía. Al final, algunas semanas después de que la Nena llegara, volví a retirar mis documentos de la mesa de su secretaria. Había cuatro fotos de carnet mías que a lo mejor me sirven para algo. Evité verla. Hui sin mirar atrás. El problema no es la señora, creo. El problema es que todos hacemos eso: cogemos a nuestros hijos y huimos sin mirar atrás.

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
Abr 11

LA NENA Y LA YESHI

En este blog que va un poco a su aire, intentaré hoy dar continuidad y final a alguno de los temas expuestos. Closure, lo llaman en inglés. Concretamente, hoy daremos continuidad al tema babysitter. Escojo los temas más punteros, como ustedes pueden ver.

Después de Abebayew y de un par de días de dedicarme a mis labores, la Santa Infancia me presentó a Yeshi, una chica del Wello de unos 17 años. Como la desesperación amenazaba con convertirse en un miembro más de nuestra exigua familia, la acojí con gran alegría.

El primer día, bajé a la puerta de la calle, como hago cada mañana, para abrirla. Gran susto cuando me la encontré ya esperando. Faltaban quince minutos para el inicio de su horario laboral. Alguien que llega antes de su hora. Flipa.

Pensé que era debido a la novedad del trabajo y al deseo de propiciar una primera impresión positiva. Eso ya me impresionó, porque nadie suele llegar tan lejos en sus razonamientos laborales. Nuestro nuevo contable se presentó el primer día en chándal, y tiene una licenciatura.

Pero no. La Yeshi llega siempre puntual como un reloj. Todos. Los. Días. La mitad de las veces me pilla todavía en pijama. Por si esto fuera poco, limpia que es un gozo. Hasta quita el polvo de los muebles. Incluso los fogones de la cocina. Hasta las telarañas de la escalera. Nada escapa a su ojo crítico ni a su furia limpiadora.

Desde que llegó a nuestras vidas, la Nena ha aprendido un montón de cosas. Sabe decir one-two-three en inglés y, de vez en cuando, acompaña con sonidos los números hasta el diez (menos el ocho, que, no sé por qué, a la Yeshi se le suele olvidar). También le ha enseñado una canción en amárico muy mona, con un baile en el que la Nena mueve las manos en molinillo que te mueres de la risa. Si antes los cuatro libros que teníamos la Nena los usaba básicamente para babear encima, ahora pasa las páginas con precisión británica, imitando los ruidos de los animalitos (en amárico, eso sí). Cuando acaba con el libro, lo devuelve a su caja. Antes yo solía encontrarme juguetes hasta dentro del wáter. Ahora jamás.

En definitiva: estamos acojonados. Nunca habíamos tenido una trabajadora así de eficaz. Mantenernos a la altura nos cuesta un mundo. Yo me levanto antes para que no me pille con la casa manga por hombro. Aparte de que, a furia de ordenar, ya no conseguimos encontrar nada, ni yo ni mis compañeros de casa. Que se te ha perdido el USB del Internet, pues seguro que la Yeshi sabe dónde está. Que te falta el calcetín rosa de la Nena, pues no te preocupes que la Yeshi te lo encuentra. Es una máquina.

Sólo hay dos “peros”. El primero: el sentido estético. Cuando estuvimos en España, a la Nena le regalaron varios pares de zapatos, entre los que había unas manoletinas blancas, que yo pensé “mira, por si las bodas”. Son las favoritas de la Yeshi. Da igual lo que yo le ponga por las mañanas a la Nena. En cuanto llega la Yeshi, manoletinas al canto. Con chándal o con vaquero. Con pijama o con enterizo africano que nos trajeron de Senegal. La pregunta ya no es qué le pongo a la Nena, sino qué le pongo para que le combine con las manoletinas. Son un must. Como siga así, la Nena va derecha a las perlas con chándal de táctel, o al animal print (leopardos de toda la vida).

El segundo “pero” es más serio: no tengo ninguna gana de que vuelva nuestra señora G., que es la babysitter con plaza. Es que mola mucho no tener que limpiar los fogones. Es como si estuviera cambiando el viento, y vieras a Mary Poppins que va abriendo el paraguas. Ese paraguas limpio y reluciente que tienes ahora porque, eso también lo ha hecho, me ha limpiado el paraguas. Pero es que la señora G. es familia. Mary Poppins no era familia. Por eso se fue de casa de los Banks.

Comparte esto:

  • Twitter
  • Facebook
« Newer Posts | Older Posts »

tariKe.org

  • Acerca de Tarike
    • tariKe.org
  • Etiquetas
    Addis Abeba Adopción Amárico Brother House Cine Comercio Cuarentena Drogas Emigración España Esperanza Etiopia Filas Gueter Idioma Iglesia Internet Juguetes Kaktus Koshe Manuales Música Nena niños confinamiento Nombres Etíopes Opinión Películas Racismo Radio Regalos Religión Salud Santa Infancia Sociedad Suministros Tarike Teatro Tiempo libre Tráfico Viaje Voluntariado Zway
  • Categorías
  • Sitios que visitaría sin dudar
    • Chino Chano

      Cerrar vista previa

      Loading...
    • Con Viento Fresco

      Cerrar vista previa

      Loading...
    • Diario del Altoaragón
    • Elia
    • Hombre Revenido

      Cerrar vista previa

      Loading...
    • Mama Etiopia

      Cerrar vista previa

      Loading...
    • Road to Ethiopia

      Cerrar vista previa

      Loading...
  • Entradas anteriores
    • abril 2020 (2)
    • noviembre 2017 (1)
    • octubre 2017 (2)
    • septiembre 2017 (4)
    • abril 2017 (4)
    • marzo 2017 (5)
    • diciembre 2016 (10)
    • mayo 2016 (1)
    • abril 2016 (4)
    • agosto 2015 (3)
    • julio 2015 (2)
    • febrero 2015 (2)
    • enero 2015 (2)
    • diciembre 2014 (1)
    • noviembre 2014 (3)
    • octubre 2014 (3)
    • julio 2014 (2)
    • junio 2014 (3)
    • mayo 2014 (2)
    • abril 2014 (2)
    • marzo 2014 (8)
    • diciembre 2013 (3)
    • noviembre 2013 (4)
    • octubre 2013 (6)
    • junio 2013 (3)
    • mayo 2013 (4)
    • abril 2013 (5)
    • marzo 2013 (7)
    • diciembre 2012 (2)
    • noviembre 2012 (3)
    • octubre 2012 (2)
    • julio 2012 (4)
    • junio 2012 (3)
    • mayo 2012 (1)
    • abril 2012 (2)
    • febrero 2012 (4)
    • diciembre 2011 (2)
    • noviembre 2011 (4)
    • octubre 2011 (4)
    • julio 2011 (1)
    • junio 2011 (2)
    • mayo 2011 (5)
    • abril 2011 (2)
    • marzo 2011 (2)
    • febrero 2011 (2)
    • enero 2011 (3)
    • diciembre 2010 (1)
    • noviembre 2010 (4)
    • octubre 2010 (5)
    • agosto 2010 (1)
    • julio 2010 (2)
    • junio 2010 (4)
    • mayo 2010 (5)
    • abril 2010 (2)
    • marzo 2010 (4)
    • febrero 2010 (6)
    • enero 2010 (7)
    • diciembre 2009 (5)
    • noviembre 2009 (5)
    • octubre 2009 (7)
    • septiembre 2009 (2)
    • agosto 2009 (2)
    • julio 2009 (4)
    • junio 2009 (9)
    • mayo 2009 (10)
    • abril 2009 (10)
    • marzo 2009 (3)
  • mayo 2025
    L M X J V S D
     1234
    567891011
    12131415161718
    19202122232425
    262728293031  
    « Abr    
  • Privacidad y cookies: este sitio utiliza cookies. Al continuar utilizando esta web, aceptas su uso.
    Para obtener más información, incluido cómo controlar las cookies, consulta aquí: Política de cookies
  • Archives
    • abril 2020
    • noviembre 2017
    • octubre 2017
    • septiembre 2017
    • abril 2017
    • marzo 2017
    • diciembre 2016
    • mayo 2016
    • abril 2016
    • agosto 2015
    • julio 2015
    • febrero 2015
    • enero 2015
    • diciembre 2014
    • noviembre 2014
    • octubre 2014
    • julio 2014
    • junio 2014
    • mayo 2014
    • abril 2014
    • marzo 2014
    • diciembre 2013
    • noviembre 2013
    • octubre 2013
    • junio 2013
    • mayo 2013
    • abril 2013
    • marzo 2013
    • diciembre 2012
    • noviembre 2012
    • octubre 2012
    • julio 2012
    • junio 2012
    • mayo 2012
    • abril 2012
    • febrero 2012
    • diciembre 2011
    • noviembre 2011
    • octubre 2011
    • julio 2011
    • junio 2011
    • mayo 2011
    • abril 2011
    • marzo 2011
    • febrero 2011
    • enero 2011
    • diciembre 2010
    • noviembre 2010
    • octubre 2010
    • agosto 2010
    • julio 2010
    • junio 2010
    • mayo 2010
    • abril 2010
    • marzo 2010
    • febrero 2010
    • enero 2010
    • diciembre 2009
    • noviembre 2009
    • octubre 2009
    • septiembre 2009
    • agosto 2009
    • julio 2009
    • junio 2009
    • mayo 2009
    • abril 2009
    • marzo 2009
  • Search






  • Home
  • tariKe.org

Este blog este bajo una licencia de Creative Commons. Creative Commons License Designed by FTL Wordpress Themes brought to you by Smashing Magazine

Back to Top