En los últimos meses, mi Santa Infancia ha adoptado una curiosa costumbre: romperse huesos en domingo. De lunes a viernes consiguen mantener todo en su sitio, pero el domingo, no sé por qué, parecen incapaces de no accidentarse. Como se entenderá, le he cogido bastante tirria a los domingos. Deberían estar prohibidos.
El pasado domingo acabé en el mítico Black Lion con un fémur roto. El Black Lion, como ya expliqué en su día, es ese sitio al que vas cuando no tienes otro sitio al que ir, y donde aproximadamente cada tres minutos te entran ganas de llorar. Una estampa muy típica son esos niños moribundos que esperan cama en el pasillo de las urgencias pediátricas, que fue, básicamente, el destino que nos asignaron. Decidieron poner la pierna de B. en tracción con el innovador sistema de atar la pierna al banco donde estaba tumbado, con una bolsa de plástico de las baratas con tierra dentro colgando al final de la pierna. Fueron generosos y, además de dejarnos dos bancos, le pusieron cartones debajo a B. para que él y su fémur súper roto estuvieran más cómodos.
En el día y medio que B. ha pasado en el Black Lion hemos visto de todo en ese pasillo. Hubo un momento, cuando ya llevábamos más de doce horas en el banco, en el que yo, B, su madre y su hermana nos limitábamos a mirar a nuestro alrededor con la boca abierta, como los zombis.
Al final, me lo he llevado a un hospital privado que me ha conseguido La Doctora, porque no soportaba dejarlo allí otra noche, y no parecían muy dispuestos a darle una cama en planta. Lleva 24 horas ingresado en el nuevo hospital (donde decidieron que la tracción no era un sistema tan bueno, y le han operado) y ya hemos gastado más de tres mil birr (150 euros, el equivalente al sueldo mensual de una senior nurse con una década de experiencia, trabajando en el sector privado). La pregunta es siempre la misma: ¿qué hacen los que no pueden pagar? Los que no pueden pagar, reina, se mueren.
Selección artificial.
Deseo de todo corazón que este 2011 sea mejor para la Santa Infancia y para todas esas Santas Infancias repartidas en nuestro injusto mundo. Gracias, una vez más por esa pincelada de dura realidad . Esta entrada me toca especialmente pues nuestra hija fue abandonada en el Black Lion, en alguna ocasión he visto fotos del hospital en internet y son sobrecogedoras asi que vivir esa realidad tiene que ser durísimo y saber que la vida y los derechos más elementales dependen de si hay o no hay birrs…Admiro enormememnte la labor de la gente que estais lidiando y tirando para adelante con esa realidad. Gracias de nuevo.
No soy muy dada a contar los detalles más tristes de mis dos viajes a Addis (para recoger a mis dos hijos) ni mis fotos se cebaron en imágenes dignas del telediario, estaba tan feliz por mi reciente maternidad que cuando contestaba las preguntas de la familia parecía que hubiese visto una Etiopía a través de gafas con cristales de colorines, pero dicen que a las madres no se las engaña y a la mía le diagnosticaron un cancer de los que todavía nos ganan la batalla, en una de las visitas del personal de cuidados paliativos le preguntaron que por qué no se quejaba nunca de nada, mi madre les señaló las fotos de mi Santa Infancia y les hizo entender lo afortunada que se sentía mimada por su familia y que si hasta cuando solo le dolía la cabeza ella tenía acceso a una pastilla para aliviarse, con qué derecho podía quejarse de algo, ella podía haber sido una mujer sola, aovillada contra una pared de adobes consumida por la fiebre, en una de las muchas calles rotas de Addis…por eso te sigo leyendo para que no se me olvide la lección y no me queje porque tengo que pedir cita con 48 horas de antelación a mi médico de familia para que me trate mi bronquitis, ni porque me toca esperar más de una hora en la sala de espera a pesar de la cita, ni de mis repetidas visitas al hospital con el pequeño, ni de tener que llamar al fontanero porque el grifo de la bañera pierde, ni por tener que ir detrás de los guajes por toda la casa para que apaguen las luces…gracias por hacerme pisar el suelo otra vez