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Archive for abril, 2016

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Abr 30

COLE

He ido hoy a buscar las notas al cole de mi Nena. Sí, a mi Nena la califican. Numericamente. Y le hacen exámenes. Y tiene tres cuadernos: uno para inglés, otro para amárico y otro para matemáticas.

La cartilla de notas estaba bastante bien: en teoría tendrían que evaluar aptitudes como el compartir juguetes, la concentración, la memoria, la capacidad de seguir instrucciones… sólo que en todas esas casillas las maestras pusieron el mismo número. Un número basado únicamente en la capacidad de leer y escribir de mi Nena, que en este momento es nula. Y así, nos han cascado un 50 sobre 100 en todas las “materias”, menos en deporte, que le han puesto 100, y en “honestidad”, que también les han puesto 100 a todos los niños. Creo que puede ayudar a entender la situación el contar que mi Nena tiene tres años y medio, que hace el equivalente a Primero de Infantil, y que creo que fue la niña con las notas más bajas de toda la clase (los demás tenían entre 70 y 90). Los cuadernos se notaba descaradamente que se los rellenan las maestras. Mi Nena no podría dibujar un “8” ni borracha. Tampoco sé por qué se los rellenan: yo ya sé que no sabe escribir.

Y este es el quid de la questión: quiero decir, yo no me preocupo. Me limito a pensar que mi Nena no está echa para el sistema educativo infantil etíope (o viceversa), que es todavía pronto para saber leer y escribir, y que los demás niños son algo más mayores que ella (algunos hasta dos años más mayores que ella, aquí cada quien empieza Infantil cuando se acuerda de empezarlo). Pero, dando vueltas al tema, me veo un poco como esas madres que mantienen contra viento y marea que sus hijos son normales, que sólo necesitan tiempo… y luego al final se encuentran con un marrón enorme porque el niño realmente tenía problemas y no se buscó la ayuda a tiempo. Aparte de que ignorar todo lo que me dicen en la escuela –básicamente que la niña se porta/reprime mega bien, juega normalmente, canta como un ruiseñor, pero no es capaz de hacer ningún ejercicio escrito- me parece un poco heavy. Quiero decir: si no tomo en cuenta nada de lo que me dicen las maestras, ¿por qué la mando al cole? Por socializar, me repito. Para que juegue, me repito. Según las maestras tendría que trabajar con ella en casa por lo menos una hora todas las tardes. Ya he dicho que tiene tres años y medio. Pasamos una hora todas las tardes en los columpios, y no sé si está dispuesta a cambiar columpios o juegos en la calle en el barrio por una hora de desarrollo de destrezas escritas. En el hipotético caso de que yo realmente fuera capaz de enseñarle destrezas escritas. O de que ese tipo de enseñanza se llamara “destrezas escritas”, que creo que me lo he inventado.

Y en el fondo me preocupa, porque no es que vea a la Nena “un poquitín” por detrás. Es que está a años luz de alcanzar el nivel que piden. Cuando le preguntas si sabe escribir, te responde “sí, sé escribir el cero”. Y te casca un cero que es un gozo. En los días inspirados, le dibuja rayos y lo convierte en un sol.

Y tampoco es tan indiferente a mi preocupación el hecho de que las niñas de mis Señoras Vulnerables analfabetas sí han sacado 80s y 90s. Y la Nena de la frenji… la última de la clase. Con Einstein, me consuelo, mientras rezo para que niña, al menos me aprenda cinco letras en amárico de aquí a final de curso. Así sólo le quedarán doscientas sesenta para el año que viene.

 

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Abr 27

PURA VIDA

Una de las cosas bonitas del África es el tópico de que la vida florece por doquier. África es vida y Etiopía más. Una pena que esa vida se empeñe en florecer dentro de los muros de mi casa. A lo largo de la semana pasada, hemos establecido contacto indoors con: lagartijas (son legión); cucarachas over sized; los consabidos mosquitos; un ratón, mantis religiosas; una invasión de grillos que tal como vino, después de unos tres días, se fue; y, el sábado por la tarde, una mangosta gigante con la que nuestro perro hubo de luchar a brazo partido para explicarle que ella NO cabía en casa.

Siguiendo la lógica de las películas comerciales apocalípticas, alguna de estas especies debería comerse a las demás y, al menos, librarnos de un par de problemas. Pues no. No está pasando. Todas conviven pacíficamente en nuestro hogar. Conmigo y con mi Nena de tres años. Y es verdad que la casa es muy grande, pero, como hay tanta variedad, normalmente también están los que más tirri te dan, que en mi caso son los ratones, y así me pasé cuatro días metiéndome el orinal de la Nena en el cuarto por la noche porque me daba miedo salir al baño y encontrarme el ratón. Al final, como la educación adquirida es siempre un peso, la verdad es que no conseguí hacer pipí en el orinal, por lo que me pasé cuatro noches soñando que me meaba y rezando para que una infección de orina no viniese a añadirse a mis muchos problemas vitales.

La mangosta, sobre la que he pasado de refilón, merecería capítulo aparte. Baste decir que, cuando el perro empezó a ladrar en dirección a su caseta, yo pensé que era una serpiente. Mi primer impulso fue cerrar la puerta y echarme la siesta, pero luego pensé que mi Nena juega en ese jardín y no puede haber serpientes campando a sus anchas. Fingiendo un valor que no poseo, cogí la escoba y salí a ver qué serpiente había encontrado el perro. Imagínense mi cara cuando sale de la caseta del perro un roedor aproximadamente el doble de grande que un gato adulto. Me di cuenta  de que en vez de la escoba necesitaba un fusil. Al final, después de diez minutos de encarnizada lucha con el perro, conseguimos llevarlo hacia la verja y echarlo fuera. San Google nos ha informado de que era una mangosta. Gigante, siempre según Google.

Más allá de nuestra verja, también la vida animal campa a sus anchas. El día de los Difuntos, en la mejor tradición cristiana, nuestra exigua parroquia marchó en procesión al cementerio. Y allí íbamos todos con nuestros velos, cruz al frente y en alto, y rezando el Rosario. La Nena sólo sabe decir “Santamaría” y “Amén”, pero le queda bastante propio. En estas estábamos cuando, en un lateral de la calle, una de las puertas de lámina se abrió y salieron dos bueyes enloquecidos que cargaron con lo primero que pillaron que era nuestra escuálida procesión.

La procesión se transformó en un caos donde cada cual corría por su vida. Yo con la Nena en brazos me dispuse a luchar por nuestra supervivencia. Lista que soy, me arrimé al otro lateral de la calle, pensando en meterme en la primera puerta que pillara. Los bueyes se giraron y uno de ellos empezó a correr hacia nosotras. Y entonces me di cuenta de que no había puerta, sólo muro. Juro que ví mi vida pasar ante mis ojos. Estoy muy satisfecha de mi vida, pero morir en una calle polvorienta y apestosa embestida por un buey me pareció súper triste. Como detrás de los bueyes habían corrido los pastores a controlarlos, uno de ellos consiguió desviar al buey y pasó el peligro. Considerando que las primeras filas de la procesión seguían cantando el Rosario ajenas al caos de la retaguardia, parecíamos una serie española costumbrista de presupuesto muy, muy bajo. Sólo nos faltaban una taberna y una pata de jamón.

El verano pasado en España fuimos a uno de los populares encierros infantiles: son toros de cartón piedra en carretillas empujados por animadores. A la Nena no le hizo demasiada gracia, y se mantuvo a distancia prudencial. Hubo quien me dijo que, claro, con la diferencia cultural, la Nena no sabe lo que es San Fermín. “No”, respondí”, “es que para nosotras, morir aplastadas por una vaca es una posibilidad real”. Ya antes del incidente “procesión”, la Nena había aprendido que vacas, coches, burros, camiones y caballos entran en la categoría de cosas que pueden atropellarte.

La niñera tiene otras categorías: animales malos y animales que dan igual. Y, si bien colaboró en el exterminio del ratón, de las lagartijas y los grillos pasa tres pueblos porque “no muerden”.

A mí los nervios me están mordiendo entre todos. Mucho me temo que la especie que se extinguirá antes será la nuestra.

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Abr 24

CORRE, KIA, CORRE

La veo venir, teta al aire, niña en brazos, pijama (túnica) descolocada.

_ ¿Ya ha venido? – me pregunta- ¿dónde está?

_ Está en tu casa, Kia, te espera allí con la gente que lo ha traído

_ ¿Y qué hago?

_ ¿Qué vas a hacer? ¡Corre, Kía, corre, que te está esperando!

Y la veo correr, cabeza de niña al viento, la teta todavía fuera del pijama, perdiendo chanclas y esperanza en la calle polvorienta.

Corre, Kía, corre. Corre porque a lo mejor esta vez es la buena. Corre porque tu hijo estaba perdido y te lo han hallado. Corre porque a lo mejor esta vez vuelve para quedarse. Corre porque puede ser que, si corres lo bastante, no te des cuenta de que ya no es él, de que se le ha secado el cerebro, anegado en cola en las noches de Addis Abeba.

Corre, Kía, corre, y dile una vez más que lo quieres, que has echado a su padre de casa, que no le pegará más. Y enséñale la pequeña, la enésima Tiggist, que todavía no la conoce. Y reza para que el agujero y sus seis hermanos le basten como perspectiva de futuro. Corre, Kía, corre, porque si corres no te pararás a pensar en todo lo que has perdido, en esos hijos que has parido que malviven en el polvo, siempre sucios, piojosos. Corre, Kía, corre, corre por una vez en tu vida, corre hacia esa esperanza antes de que se derrumbe. Corre porque hoy sí tienes algo que celebrar. Corre porque tú sabías que volvería. Corre porque no sabes que lo han obligado a volver. Corre porque hoy come en casa, pero no sabes dónde dormirá, ni dónde amanecerá mañana, ni dónde irá el mes que viene. Corre porque hoy está contigo, y no escuches nada de lo que nadie te diga. Que volvió loco. Que ya no es él. Tienes ocho hijos. Nunca lo conociste realmente. Corre, Kía, corre, con tu teta eterna y tu perpetuo bebé, y reza para que, por una vez, el correr te salve. Os salve.

Corre por tu hijo, Kía. Corre. Por tu vida.

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Abr 22

DE MORDOR A LA OROMÍA

Se me acerca un niño corriendo por la calle. Me enseña la mano. En el dedo pulgar, lleva una anilla de hierro:

_ Me he encontrado el anillo de Frodo –me suelta

_ ¿Y qué vas a hacer con él?

_ Destruirlo antes de que vengan los orcos

_ Cuidado con el poder –le digo – te destruirá a ti

_ Ya, ya lo noto cómo me va entrando –me replica riéndose

Su madre sale de una casa cercana. Tiene que ir a por agua. Se despide: “Nos vemos el domingo”.

En la misión en la que vivo ahora, comparto vida y trabajo con gente que conoció mi trabajo con mi Santa Infancia. Ya la primera semana, me pidieron que comenzara aquí también con mi actividad cinéfila. Digo mi actividad cinéfila porque es así: es mía. No pongo grandes condiciones, sólo una: si yo traduzco, es mía también la decisión final sobre las películas que se proyectan.

Pongo esta condición porque hay más gente de la que parece que, cuando nosotros decimos “los domingos tenemos cine”, entienden “los domingos hacemos un cine-fórum”. No. Son actividades distintas. Podríamos hacer un cine fórum… pero es complicado con niños de edades tan distintas… y no me apetece.

A lo largo de los años, me he encontrado con dos opiniones, fundamentalmente expresadas por gente que trabaja en proyectos católicos:

  1. El cine es un elemento de colonización cultural, por lo que cualquier referencia audiovisual no etíope debe ser evitada y jamás incentivada. Las películas no hablan de su cultura y, por lo tanto, no les aportan nada. Acto seguido suelen sugerirte que proyectes El Rey León, esa película hecha en américa, con argumento y espíritu americanos, con música compuesta por un inglés. Pero salen leones. Creo que en toda Etiopía debe haber veinte leones. Los más radicales suelen prohibir cine y televisión al interno de proyectos y orfanatos.

Ante este argumento, yo mantengo la idea de que uno de los recuerdos más potentes y muchas veces más entrañables que todos tenemos habla de cuando íbamos al cine de pequeños. Y no íbamos a ver películas ni de Alfredo Landa ni de Buñuel. Íbamos a ver los Goonies y ET. Y nos encantaban. Y muchos atesoramos estos recuerdos entre los más preciados de nuestra infancia, cualesquiera que fueran las condiciones en las que vivimos. Si yo puedo dar a los chavales etíopes ese mismo recuerdo… ¿por qué no hacerlo?, ¿por qué negárselo? Y, aunque muchos misioneros de la vieja escuela y toda la iglesia ortodoxa parecen haberlo olvidado, el cine es arte. Igual que la literatura. Igual que la música. Lo mismo que estudian literatura, deberían estudiar cine. Nadie diría que estudiar un cuadro de Van Gogh es colonización cultural. No sé por qué, cuando hablamos de recursos audiovisuales, hay gente que pretende que sólo veamos películas etíopes. Películas que, por cierto, tienen una calidad pésima desde todos toditos los puntos de vista. Y que rara vez son mínimamente adecuadas y/o atractivas para niños.

  1. Es desperdiciar recursos. Las películas tienen que hacerles pensar. Que reflexionen. Y acto seguido te preguntan si ya has proyectado Hotel Rwuanda. Mi Santa Infancia, después de ver Hotel Ruanda, Shooting Dogs y The Last King of Scotland, me preguntaron si no había películas de africanos en las que no mataran salvajemente a otros africanos. Sí, claro. Hay también películas de rappers de Sudáfrica, y películas etíopes de calidad… hechas en el extranjero por etíopes de la diáspora con fondos extranjeros y que son muy difíciles de conseguir, no ya en copia original, sino en copia pirata de calidad medio decente.

Volviendo a mi respuesta anterior, nadie decimos “cómo la gocé viendo La Lista de Schindler”. Puede ser que nos gustara La Lista de Schindler, pero seguramente no forma parte de esos recuerdos entrañables. Sí que nos hubiera gustado salvar judíos, pero a una cierta edad le ves más atractivo a volar en bicicleta.

No digo que no haya que hacer cine fórums. Sí que hay que hacerlos. Pero con grupos pequeños y personal preparado para hacerlos… y mi amárico no da para tanto (ni mi tiempo, son cosas que hay que preparar muy bien).

Además, como reina soberana de la actividad, lo digo bien claro: el objetivo no es que piensen, no es que reflexionen. Quiero que sueñen. Que se evadan. Que se escapen de la porquería de vidas que suelen tener. Muchas veces, no puedo cambiarles la vida. Pero, durante dos horas, pueden ser reyes y reinas de Narnia. Pueden encontrarse el anillo de Frodo en la polvorienta calle de su casa, al lado de los restos de la última vaca muerta

En mi sitio actual, como primera película, elegí la primera de Narnia. Éxito brutal. Después de las tres de Narnia, recalamos temporalmente en Spider Man y, desde hace varios fines de semana, estamos inmersos en El Señor de los Anillos. Nos ocupa bastantes domingos porque el salón en el que lo hacemos acumula mucho, mucho calor y hemos comprobado que después de una hora y media, los niños se ponen agresivos. En serio. Cuando vimos entera la tercera parte de Spiderman, en la segunda hora, un chaval le pegó a otro porque se había tirado un pedo. Tuvimos que separarlos por la fuerza. Así que vemos como máximo una hora y media cada domingo, para que nadie se deshidrate.

Como espero que se entienda, a mí me fascina. Me encanta ver las películas con ellos y me encanta que salgan de mi boca palabras con la sabiduría de Legolas. Es una actividad que, lo digo honestamente, me deja exhausta. Es como hacer teatro improvisado durante una hora y media, traduciendo entre dos lenguas (inglés y amárico) que no son la tuya. Pero me da un subidón de adrenalina que, me acompaña toda la semana.

 

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