INTERNET DE EMERGENCIA
Mensaje en whatasapp: “te escribieron del XXX donador hace varios días… hay que contestar”
Ya. Desde febrero tenemos censura férrea, por lo que si queremos acceder a nuestros mails tenemos que usar un proxy. Desde hace dos meses, las líneas aéreas de Internet no funcionan e Internet sólo funciona en las líneas terrestres, esto es, en alguien que pague más de cien euros al mes por una conexión que, en el mejor de los casos, funciona la mitad de los días.
Voy al Internet café. Como uso un proxy, me pide un código de verificación que mandan a mi teléfono móvil. No hay red de móvil, no recibo el código, no puedo entrar.
Vuelvo a casa, cojo el ordenador, voy al wi-fi más cercano donde suelo conectarme, y la conexión hace tres días que aparece “limitada”, lo que en la práctica quiere decir que no te puedes conectar a nada.
Salgo al jardín trasero. Las monjas de la casa de al lado también tienen wi-fi. Me aparece la conexión. Me conecto. Nótese que estoy en un jardín, arriesgándome a que me caiga un plátano en la pantalla del ordenador y con tanta luz que es muy difícil ver nada. Tengo suerte y la batería del ordenador está cargada.
Se va la luz. Desaparece la conexión. Llevo dos horas dando vueltas, estoy sudando y no he podido ver ni un solo mail.
Y no es un día excepcionalmente desafortunado. Es un día normal. Es siempre así. Si tengo suerte, en unos diez días conseguiré ver el mail del donador y contestarle. Como se puede imaginar, cuando alguien te dice “me corre prisa que me mandes las fotos del campo de fútbol que pagó XXXX”, un poco te da la risa floja. Si te pidieran que hicieras el pino puente mientras engulles una galleta y tratas de decir Pamplona, tendrían más posibilidades de quedar satisfechos.
¿Estado de emergencia? Ojalá fuera sólo eso.