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Archive for marzo, 2013

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Mar 22

PUES TÚ MÁS

A. es una niña que llora mucho. No es especialmente desgraciada, pero es súper dramática, y cualquier escusa es buena para practicar sus dotes como actriz, que son muchas y variadas. Hoy viene llorando (para variar), que uno de los perros del recinto le ha quitado una chancleta. Y yo me reboto, porque le he dicho doscientas veces que no juegue donde están los perros, más que nada porque es el sitio más guarro de un compound que cuenta con la friolera de tres campos de fútbol, uno de basket, otro de volley, dos porches y un cacho con hierba para jugar.

Pues ahora vas y te las apañas para recuperar la chancla. Que no voy, que me da miedo. Pues vamos las dos. Que yo no voy. La cojo en brazos. Que sí vienes. Que no, que me sueltes. Que no me da la gana, que vamos las dos a buscar la chancla. Que como no me sueltes, me meo. Que no te suelto.

Y va la tía y se mea. Encima mío. Delante de toda la Santa Infancia. Va la tía y se mea.

_ Pues yo no te pienso limpiar los pantalones – le digo – te quedas así toda la tarde

_ Pues yo tampoco te pienso limpiar la camisa. Te quedas así toda la tarde.

Y así nos hemos quedado las dos toda la tarde. Empapadas en pipí.

Yo sé que este trabajo me rejuvenece. Concretamente, hasta la edad de cinco años.

 

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Mar 21

AYUNO Y ABSTINENCIA

Al margen de los avatares de la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa Etíope procede con sus rituales anuales. Hace ya dos semanas que empezamos el período de ayuno que precede a la Pascua, y que nosotros conocemos como Cuaresma. Ellos lo llaman Ayuno, para tener que dar menos explicaciones. Tiene sentido.

El ayuno ortodoxo se mantiene durante sesenta días, en los que no se puede comer nada derivado de los animales (carne, pescado, leche, huevos), y en los que no se puede comer absolutamente nada hasta las tres de la tarde. Yo siempre había creído que Jesús murió a las seis, pero ahora he descubierto que no, que es a las tres. Yo creo que tendría más sentido empezar el ayuno a las tres, pero la Iglesia ortodoxa no comparte esta idea mía.

Mi Santa Infancia, que no conoce límites, se entrega al ayuno con devoción ejemplar. Hay que limpiarse. Yo hace años que lucho contra la limpieza, y les propongo variantes del ayuno (ayuno de insultos, ayuno de peleas en el patio, ayuno de helados guarros de hielo…) con resultados nulos por el momento. No pierdo la esperanza.

Me cuesta aceptar que toda la actividad se paralice a las tres de la tarde (las trabajadoras también ayunan). Me cuesta aceptar que tengamos que dar comidas durante cuatro horas (los de la guarde siguen comiendo a las doce). Me cuesta aceptar que decidan poner en riesgo su salud (mi Santa Infancia normalmente come carne dos veces a la semana, un promedio claramente insuficiente para niños en crecimiento).

Un día le pedí a A. que le preguntara al cura que les da el catecismo en la iglesia ortodoxa que por qué se entiende que la voluntad de Dios es que la gente pase más hambre de la que ya pasan normalmente. Al día siguiente, vino triunfal con la respuesta: “Dios nunca nos pide más de lo que sabe que podemos hacer”. Chúpate ésa.

Hoy ceno huevo frito. Como media Etiopía ayuna, la otra media nos hartamos de comer huevos, aprovechando que bajan los precios.

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Mar 19

AL VOLANTE, PELIGRO CONSTANTE

Siendo de ciudad de provincias, en España nunca he conducido. Me saqué el carnet hace años y lo he usado poco poquísimo. No tengo coche en España y, obviamente, no lo necesito. A la gente le gusta cargar conmigo en mis vacaciones.

Así, mi iniciación al mundo del automovilismo se produjo en Addis Abeba. En vez de empezar a conducir un Seat Panda o un Ibiza, como hizo toda mi generación, yo hice mis primeros pinitos con un Land Cruiser de ocho plazas que trepaba como las lagartijas por los socavones de Addis Abeba. La prosperidad americana se me acabó, y actualmente conduzco otro Land Cruiser, también de ocho plazas, pero bastante, bastante más ajado. Es una maravilla, porque cada día me sorprende con un ruido distinto. Como no tengo ni idea de mecánica, me santiguo cada mañana y me lanzo a la ciudad, haciendo caso omiso del despliegue musical de mi vehículo. Cuando se enfada, lo llevo al mecánico, y a correr.

El tráfico en Addis, como se puede imaginar, roza el delirio. El gobierno de Hailemariam se ha decidido a implementar hasta la última idea que se le pasó por la cabeza al difunto Meles, y así han vuelto levantar todas las calles recién asfaltadas para hacer…¡un tranvía! Addis nunca deja de sorprenderte.

Con varias de las principales arterias de la capital parcial o totalmente cerradas, los atascos en hora punta se multiplican. Como el parque vehicular de Addis presenta un nivel de mantenimiento paupérrimo, los coches se recalientan enseguida y, al caos del atasco, tienes normalmente que añadirle el caos que provoca cuando uno de los coches se queda parado bloqueando un carril. Si tienes suerte, el motor se funde en plena rotonda, y ahí que se queda por los siglos de los siglos (amen).

El principal problema que presenta la circulación de Addis es conceptual: concretamente, el concepto de “preferencia” se ha sustituído por el concepto de “meter el morro”. En los cruces, pasa primero quien le hecha más morro o quien aprecia menos la carrocería de su coche.

Esta ausencia de criterio da como resultado un necesario incremento de la comunicación entre conductores: te pasas la vida pitando. Cuando ves que alguien va a incorporarse, le pitas para avisarle de que no vas a parar. Cuando ves a alguien caminando por la carretera, le pitas para avisarle de que no se arrime demasiado. Esto, si lo haces en España, es de mala educación. No sólo no te paras en los pasos de cebra, sino que además le pitas a la gente que está esperando.

Otra cosa muy guay que hacen con el claxon es pitar al imposible. Ejemplo: tú estás parada en un cruce porque el guardia de tráfico que está justo delante de tu coche te ha pedido que esperes. ¿Qué hace el coche de detrás? Te pita. Para que pases. Para que atropelles al guardia, dejes sus restos desmenuzados en el siguiente socavón, y acabes en la cárcel de Kaliti. Lo mismo sucede cuando, esporádicamente, te atreves a parar en un paso de cebra y dejar que la gente pase. El de atrás te pita. Si cada vez que te pitan, arrancaras, el aumento desmedido de población en Addis se resolvería en un plis plás.

En contra de lo que pudiera parecer, el caos reinante no quiere decir que no haya reglas. Sí las hay, También hay multas. Los únicos que conocen las reglas son los guardias de tráfico. Como ellos son los que te ponen la multa, la cosa tiene sentido. Cuando te ponen una multa, no sólo te ponen la multa, sino que te quitan el carnet de conducir. Luego, tienes que ir a tráfico a pagar y después a la comisaria del señor policía a recuperar tu carnet. No es un proceso difícil, pero jode perder la mañana.

Los etíopes están convencidos de que la razón del caos es la cantidad de vehículos que hay en la ciudad. No es cierto. Considerando el número de habitantes, no hay tantos coches. Yo (experta en ser experta) apunto como razones del caos:

. las mencionadas obras

. los taxis (furgonetillas) que se paran y cambian de carril cuando les sale de los webs

. la extendida idea de que uno es siempre más listo que los demás, y los demás están esperando porque son tontos y no se les ha ocurrido invadir el carril contrario

. la extendida idea de que todos somos Iron Man. La gente camina despreocupadamente por mitad de la calzada. Todo el mundo sabe que cuando el binomio peatón-coche colisiona, siempre ganan los buenos, que sería el peatón.

. los agujerillos de la calzada, que no todos los coches pueden superar. Si tienes un utilitario normal, te pasas la vida circulando a diez por hora en el terror de morir sepultado en uno de los socavones.

. las carreras a veinte por hora. A la gente le encanta adelantar. Aunque conduzcas un camión de hace veinte años, con tráiler suplementario, cargado de piedras, y no puedas pasar de treinta kilómetros por hora, si encuentras a otro que va a veintiocho kilómetros por hora, tú lo adelantas. Por las leyes de la física, eventualmente llegará un momento en el que conseguirás completar tu adelantamiento, después de tres minutos de bloquear los dos carriles disponibles en la carretera, para gozo y regocijo de los demás conductores. Eso si, con el esfuerzo, no se te recalienta el camión y te quedas a mitad.

Sinceramente, por muy cateta que yo sea, no creo que el problema resida en que “la ciudad no es para mí”. Es que creo que no es para nadie.

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Mar 14

UN MES

Mi hijo ya ha nacido. No sé si es niño o niña. No sé si alguna vez, por casualidad, me lo he encontrado. Vivimos en la misma ciudad. A los dos nos gusta la injera. Supongo. Seguramente, de vez en cuando los dos estamos oyendo el mismo serial en la radio, ese que suena de fondo en los sitios donde nos movemos. Supongo.

Mi hijo ya ha nacido. Hay gente que lo conoce y que no sabe que es mi hijo. A lo mejor porque todavía no lo es. A lo mejor porque ni yo ni él sabemos que pasaremos juntos el resto de nuestras vidas. Hay gente que sabe ya su nombre. No soy una de esas personas. Hay gente que está a su lado, que conoce el sonido de su voz, el color de sus ojos, la manera en que mueve las manos. No soy una de esas personas. Todavía no.

Mi hijo ya ha nacido. Le hablo, le pienso, le imagino. Está ya conmigo, aunque todavía no soy madre.

Mi hijo ya ha nacido. Sólo que Yo no sé que es Él. Y Él no sabe que soy Yo.

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Mar 12

FEKER NA KETEMA

En los últimos tiempos, por razones que no vienen al caso y que contaré otro día, paso mis días libres de oficina en oficina gubernamental en Addis. Tengo una amiga que también comparte estas razones que no vienen al caso, y así hemos bautizado nuestros lunes “Feker na Ketema”. Para los no avanzados en amárico, sería la traducción de Sex and the City. Nos partimos de la risa solas.

Dedicamos nuestros lunes a buscar oficinas gubernativas. Así, nos hemos dado cuenta de que la burocracia etíope es culo inquieto, y cambian sus dependencias aproximadamente una vez cada dos meses. Considerando que la ciudad ha superado ampliamente al Madrid de Gallardón en lo que a obras se refiere, las tournés son siempre divertidas.

Con las semanas, cada vez nos hemos ido emocionando más. Si Carrie compra en Hermés, nosotras nos plantamos en Merkato. Ella va con los míticos Manolo’s, y yo, para emularla, me he comprado unas sandalias de cuerdas por 20 birr. Es como ir descalza. Literal. Notas todas las piedras en la planta del pie. Así, nos ponemos nuestro mejor plástico encima y nos lanzamos a la ciudad. La semana pasada, mi colega se emocionó tanto que vino hasta maquillada.

El caso es que a mí me encantaría adaptar series petardas a la cultura local. Me quedarían fantásticas. Soy capaz de verlo: una Carrie Bradshaw en Koshe, con sus bolsitas de plástico llenas de mierdas rescatadas entre la basura; una Blair Waldorf malcriada entre vacas en Wello; un Glee en una escuela de barro en Gondar. Molaría mil. Mañana llamo a la Ethiopian Television. Me veo como la próxima Lena Dunham. De verdad.

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Mar 10

LA PELU

Pues sí, fui a la pelu. El sitio me lo reservo, para que no se diga que hago publicidad a nadie (sin recibir el correspondiente honorario, claro). Era un sitio super fashion, super frenji, donde incluso tenían revistuchas de cotilleo americanas. El café también era americano. Total que lavar y cortar, con la tontería de la decoración cuqui y la peluquera recién llegada de su diáspora canadiense, me costó 200 birr (unos 8 euros al cambio). Como todas las compras culpables, pasarlo a euros ayuda mucho a dormir mejor.

Respecto al estilismo en sí, yo iba con Alice (la hermana de Edward) en la cabeza, y al final ha resultado ser una versión algo (sólo algo) más moderna del mítico hongo nuclear que en tiempos me cascaba la peluquera armenia.

Al día siguiente, la Santa Infancia acogió mi nuevo corte de pelo con gran algarabía, dentro del duelo que mantienen cada vez que me corto el pelo. Me preguntaron que dónde me lo había cortado:

_ En una peluquería – dije yo, sin especificar que las peluqueras vestían unos uniformes monísimos, y que había incluso agua caliente en el local.

_ Y cuánto te ha costado – y allí me decidí a mentir. Es duro decirle a un niño que te has gastado el equivalente a la mitad del alquiler mensual de su casa en cortarte el pelo. Así, fui a lo seguro:

_ Treinta birr

_ Desde luego, te lo hemos dicho mil veces, que tienes que ir con nosotros a los sitios. Te estafan siempre.

Se ve que realmente cuesta 25 birr. Pero seguro que en esos sitios donde ellos me llevarían no tienen revistas guays.

 

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Mar 09

VOLVER

Como han sido los Oscars, el Pisuerga pasa por Valladolid y de alguna manera tenía que volver, hoy hago post de cine. Después de ver a Jennifer Lawrence y Anne Hathaway ganando (bueno, no las ví, pero lo he leído), creo que ya no me queda nada por ver. A este paso, el Oscar honorífico de la 105 edición se lo darán a Shannen Doherty. Y eso que yo soy fan de Los Juegos del Hambre. Intenté implantar esa nueva religión entre mi Santa Infancia hace algunas semanas. A pesar de que me curré una traducción que me dejó exhausta, en la que les enumeré incluso las ocupaciones de los trece distritos de Panem, no lo pillaron del todo y no les moló. Yo pensaba que la fórmula “adolescentes luchando a muerte” era infalible en cualquier cultura y planeta, pero se ve que no.

Para recuperar esa fiebre idiota, la semana pasada comenzamos a ver Crepúsculo. Crepúsculo es esa película donde todo el mundo susurra y tienen cara de “otra vez se han atascado las cañerías en el set de rodaje, pero ni muerta me acerco a los baños”. Vamos, que se les nota que están oliendo algo podrido, pero que no piensan ir a ver de dónde viene la peste. Y tampoco piensan ir al baño porque perderían esa expresión de estreñimiento fashion que lucen durante toda la película.

A mi Santa Infancia le fascina Crepúsculo. Como no han aprendido a decir Twilight, y yo todavía no he tenido tiempo de mirar el diccionario para ver cómo se dice en amárico (de momento lo he traducido como “la luz del final del día”), pues lo llaman “La peli de Edward”. De Bella pasan tres pueblos. Lógico.

Lo mejor del caso es que el mes pasado vimos Blancanieves. No la de Maribel Verdú (todavía no la he visto), ni la de Julia Roberts en un viaje malo de LSD, sino la de la mismísima Kirsten Stewart. Lo más destacable es que tampoco en esta película consigue decidirse la chiquilla. Se queda a medio camino entre el cazador inexpresivo y el jovenzuelo con aspiraciones. Considerando que pilló cacho en el set de rodaje y luego se arrepintió un montón de haber pillado cacho, yo creo que esta chica se está encasillando un mucho en situaciones de “quien mucho abarca, poco aprieta”. También se está encasillando en películas donde sólo se susurra. Al margen de su permanente desazón amorosa, a Bella la definirían en mi ciudad como mancieta, en el resto del mundo como “pavisosa”, y ella la definiría como “oligolérdica” (sí, yo también la leo).

Para lo único que me sirvió la película fue para decidirme por estilismo. Hoy tengo cita en mi particular “Sex and the city” (Feker na Ketema en amárico), y hemos decidido ir a una peluquera que ha trabajado en Canadá. Se ve que trabajar en Canadá te da un estatus en el mundo de los salones de belleza de Addis. Lo único que sé es que los frenjis la llaman Rachel y sus colegas de trabajo Rahel. Les cuento mañana.

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