Ayer Y. (seis años) me contó muy emocionado que tenía dos libros en casa. Según él, eran dos libros preciosos en inglés que un cliente le había dado a su madre. Lo del “cliente”, como él mismo se dio cuenta justo después de decirlo, se le escapó. En teoría, la mamá de Y. no trabaja. Y no tiene “clientes”. Y no es puta.
Y. me dijo que me traería los dos libros, para que viera lo bonitos que eran y se los leyera. Hoy los ha traído. Uno era el folleto de normas y regulaciones de la Universidad de Addis Abeba de hace tres años. El otro, que tenía hasta dibujos, era el libro de instrucciones de un televisor. Y me ha pedido que se los leyera. Con el primero, como no tenía dibujos, le he contado la historia de los tres cerditos. El segundo ha sido más difícil, porque traía ilustraciones de un mando a distancia, y entonces le he contado una historia de un niño de su misma edad, que vivía en Addis, y, al que, como al propio Y, le encantaba rebuscar en la basura en busca de mierdetas con las que armar juegos estupendos. Esto es real. Y. con cuatro porquerías se monta unos juguetes que son la envidia de toda la Santa Infancia. Una vez, con cuatro tapones de botella, cuatro palillos y una bolsa de leche se hizo un barco con ruedas que causó sensación. Secretamente albergo la ilusión de que llegue a ingeniero.
El niño de la historia, buscando, buscando, se encontraba un mando a distancia mágico, y que cada vez que pulsaba un botón le sucedían cosas maravillosas. Pulsaba el 1, y desaparecía Koshe . Pulsaba el 2, y se encontraba un sofá. Pulsaba el 3, y le caían del cielo unas zapatillas de tacos para jugar a fútbol. El último botón se lo dejaba pulsar a su mamá, y ¡zas!, su mamá ya no tenía que trabajar y podía pasarse todo el día dándole abrazos a ese niño tan espabilado que se había encontrado un mando a distancia mágico. Y eran todos muy felices.
Los mayores se han coscado de que yo estaba mintiendo como una bellaca, y de que en los libros no ponía nada de eso. Misteriosamente, no han dicho nada, y hasta han colaborado en algunas partes de la historia (lo de los zapatos que caen del cielo es suyo). Y. se ha ido a casa súper contento con sus dos libros de historias imposibles. Espero que los pierda, se le mojen o se los roben antes de que aprenda inglés, porque se va a llevar un chasco…
Hola tarike, me llamo Álvaro y me encanta leer las historias que escribes en tu blog. Te leo desde hace dos meses que he estado buscando información de Addis Abeba para ir este verano.
Te sigo por que me parecen historias que describen la realidad de una forma sencilla y con un toque sarcástico. Pero sobre todo por que destilán mucho cariño.
Un saludo desde Andalucía.
Hola!
Al igual que Alvaro, ¡me encanta leer tus historias! y también voy a ir este verano a Etiopia para aportar mi granito de arena.
Me encantaría poder ir a ver la Santa Infancia, y si necesitais una mano para lo que sea estoy a vuestra disposición.
Saludos a ti y a A., B., Y. todos!….
Esos libros son los mejores porque requieren de la participacion de otro para completar la magia. La magia esta en lo que tu le cuentas no en las letras. Entre las posesiones mas preciadas de mi hijo mayor cuando era pequeño, estaban un manual de una aspiradora, y uno de un telefono!! Y siguio coleccionando ese tipo de «lectura» por mucho tiempo, no se que habia de magico ahi, debe ser la imaginacion de un niño y la sensacion de que poseen una parte de un misterio.
Aunque hayas mentido un poquito a ese niño con los librillos de instrucciones le has hecho feliz un rato y el hacer soñar e imaginar cosas tan fantásticas no tiene malicia ninguna. Motivar la imaginación y los sueños es algo muy bonito. Y hay que ser especial para hacer eso. Te felicito!
Un abrazo.
Gobez!!
Hola, te leo dee hace algún tiempo, me encanta lo que escribes y como lo escribes, en todas tus entradas se respira auténtica ternura.
Saludos desde Galicia
El día en el que ese niño pueda leer inglés lo habrá hecho seguramente gracias a tí. En ese momento, al darse cuenta de la realidad comprobará lo grande que es tu corazón.
Sigue así.
Después de unas semanas sin poderte leer, me ha encantado ponerme al día con tus relatos, sacándole punta a la realidad.
Nosotros siempre nos inventamos los cuentos que le contamos a nuestro hijo, porque le aburre que se los leamos. Pero lo nuestro no tiene mérito porque al fin y al cabo los dibujos son de hadas, animalitos y princesas. Además, como siempre nos pide los mismos cuentos por rachas, el que te inventas un día te sirve para toda la semana…
Lo creativo es inventarse una historia de magia a partir de la foto de un mando a distancia… Tú estás aprendiendo mucho de tu Santa Infancia, ¿me equivoco?.