Aguarda en la puerta de la oficina. Es una chica de unos quince años. Me saluda educadamente y se me queda mirando, como esperando algo. Su cara me suena, pero no sé muy bien de qué
Finalmente, se arranca:
_ ¿Te acuerdas? –y yo le digo que no, que no me acuerdo.- Yo era uno de vuestros niños – completa
Me cuenta una historia que, a fuerza de oírla, no consigo ubicar. Que estuvo tres años con nosotros. Que luego su madre murió, su padre la sacó del centro y la puso a servir en una casa. Que seis años después su padre se ha vuelto al campo, ella ha huído de la casa donde limpiaba y vive con una señora que la ha acogido. Que ha vuelto a matricularse en la escuela. Tercero de Primaria. Que ni loca vuelve al campo con su padre.
Busco en el ordenador y me sale su expediente. “Una niña tímida y educada. Buena estudiante. Afectuosa con los educadores. Un poco triste” escribí en aquel entonces. Lo acompaña una foto que me recuerda a una niña de vestido verde komche, piel brillante y sonrisa a medio componer. Pone que tenía diez años, pero supongo que es un dato que incluí a boleo.
Miro a la joven que tengo ante mí. La sonrisa, a lo que parece, nunca llegó a componerse del todo. La piel ha perdido brillo. Tiene cuerpo y cara de señora cansada. La tristeza sigue allí.
Le explico que lo mejor que puede hacer es irse con la familia que le queda en el campo, donde me cuenta que tiene una hermana. Que en nuestro barrio, para las chicas como ella, sólo hay prostitución y miseria. Que nuestro nivel de éxito en casos como el suyo se acerca a cero. Que lo hablaré con Brother House, a ver qué piensa él.
Le enseño la foto de su expediente en la pantalla del ordenador, y se queda mirándola un rato. “Esa era yo”, me dice. Y llora con esas lágrimas calladas que vierten las niñas que crecieron antes de tiempo, las mujeres heridas que nunca tuvieron nada. Llora por todo lo que pudo ser y no le dejaron ser. Por lo que nunca será. No es rabia ni enfado, sólo tristeza.
Yo no lloro porque, a fuerza de oírla, su historia la he olvidado.
P.D: Cuando escribo estas líneas (11 de Octubre), el mundo celebra el Día Internacional de la Niña. Una ONG nos ha enviado un sms al móvil recordándolo. Yo me acuerdo de todas las niñas a las que, como a E., les han robado la niñez. Niñas sin muñecas. Niñas sin pijama. Niñas madre y niñas mujer.
Feliz día.
No las olvide, por favor. Haces que los demás no olvidemos que hay muchas niñas como E. en este mundo, Gracias y siggue compartiendo tu día a día cuando puedas.
¡Dios, qué tristeza…!
Ánimo. Por ellas.
Un beso.
Vuelvo y encuentro la tristeza más absoluta! Espero que consigas que E. vuelva a recuperar algo de alegría e inocencia.
¡Por Dios! Tengo la piel de gallina…
Uff sin palabras