En una de mis entradas precedentes sobre adopción (hay quien las lee), en los comentarios, mucha gente vino a decirme “no hay que preocuparse tanto por lo que piensen los demás”.
Yo también pensaba así y, generalmente, me identifico con el “lo que piensen los demás está de más” (mítico Mecano. Sí soy así de mayor). Hasta que vine a vivir aquí. Entendámonos, me tocan los dos pies muchas de las opiniones que otra gente pueda tener sobre mí, sobre todo si es gente que no me conoce y/o no me tiene ningún aprecio (de todo hay en el mundo). El problema es cuando este amplio colectivo de gente que no me conoce (en serio, son un montón) verbaliza sus opiniones una media de diez veces por minuto. Cuando vas por la calle, aproximadamente una de cada tres personas que te cruces te gritará “frenji”. Incluso sin necesidad de salir a la calle, tus compañeros de trabajo se referirán a ti como “la frenji”. Las madres de la Santa Infancia también preguntarán por “la frenji”. Cuando alguien quiera hablar de ti, te llamará por ese mismo denominativo. Siempre. Aparte de la constatación de tu raza con una palabra que –por mucho que haya quien afirme lo contrario- es peyorativa (yo la comparo con la denominación “gringo” para los estadounidenses en América Latina), es una palabra que te asocia con un montón de tópicos (superficial, colonizadora, explotadora, con aires de superioridad, rica, desesperada por limpiarte la conciencia a base de caridad…) basándose única y exclusivamente en tu color de piel.
Cuando vas con niño, de cualquier raza o edad, estas observaciones se multiplican. De una de cada tres personas, pasan a decirte algo la mitad de las personas con las que te cruzas, esperas en la cola de la fruta o vas en el minibus. No es exageración, es así. Una cosa es que te insulten una vez cada dos o tres meses (y, aún así, entiendo que puede ser terrible). Otra cosa es que te juzguen basándose únicamente en el color de tu piel (ergo, racistamente) una vez cada, aproximadamente, diez minutos. Todos los días. Siempre.
Al final, no puedes evitar que te importe y, sobre todo, te planteas si a tu hija le quieres hacer sufrir de esa manera. Porque, cuando cruce contigo la puerta de tu casa, exactamente la mitad de las personas que se encuentre le preguntará, sin ningún rubor de dónde viene, que relación tiene contigo, cuándo y por qué fue abandonada, y qué le parece el hecho de tener una mamá frenji. La mayoría de las veces se dirigirán a ella sin ni siquiera molestarse en preguntarme a mí primero, dando por descontado que ella sabe amárico y yo no (cuando, por el momento, es al revés). Habrá quien preguntará con simpatía e intentando comprender una realidad diferente. Habrá quien lo hará buscando encasillarnos en el enésimo tópico racista. Pero todos, todos preguntarán. Y, cuando estés harta de responder y digas “nena, vamos a tomarnos un café, que no puedo más”, la camarera, antes de tomaros nota, os hará todas y cada una de las mencionadas preguntas.
Y sí, al final importa. Y es un problema. Para mí, honestamente, el problema más enorme de vivir en Etiopía.
En España también sucede. La gente pregunta. Cotillea. Curiosea. Interroga. Supone. Prejuzga. Opina… Sí, mucha gente, muchas veces. Y sí, es agotador. Pero, ¿sabes algo? Con el tiempo, aprendes a distinguir a distancia quién se acerca con intención de preguntar. Desarrollas respuestas efectivas (mi tótem es «son mis hijos» «¿Tuyos tuyos», «son mis hijos» «¿Pero, adoptados?» «Son mis hijos»… y así hasta que se agotan de darse con una pared. Luego son los niños los que desarrollan respuestas que se convierten en estrategias y complicidades familiares. Luego aprendes a desconectar. Y finalmente te vuelves, casi siempre, impermeable.
Lo juro.
Recuerdo escuchar, cuando aún estaba en proceso de adopción, a una madre blanca con dos hijos negros que me dijo, «hay veces en que me agobio tanto que no salgo de casa». Y pensé, «¡qué exagerada!». No, no era exagerada. Hay momentos en que es muy invasivo, y es incómodo.
Yo me di cuenta un día que no me movía con mi hija más que en un círculo muy reducido en torno a mi casa, pues allí ya me conocían e, instintivamente, no salía de mi «círculo de confort». Fue mi forma de defenderme. Y hubo un tiempo en que mi hija, harta de que se le acercaran, la abordaran o le hablaran respondía con una ferocidad que dejaba estupefactas a las personas interesadas – y, para qué negarlo, siempre amables – que se acercaban. Pero, claro, no entendían que su amabilidad era la número 100.000 en el mismo día, y que la pobre niña estaba ¡¡¡harta!!! de tantas atenciones nunca pedidas.
Por otro lado, aprendí a buscar crear otro nuevo «círculo de confort» en torno a mi hija y a mí, a encerrarnos en nosotras mismas. En no contestar o buscar o responder a los demás, sino mirarla sólo a ella y así reforzar nuestro vínculo.
También es verdad que, con el tiempo, no sólo desconectas, como dice Madre de Marte, sino que realmente el impacto es menor. Pero hay veces / ocasiones / tiempos en que resulta muy molesto, sobre todo porque quieres proteger a tu hija como sea, y estás harta de que le den la lata.
La diferencia se paga, y este es uno de los precios, me temo.
Ese sentido de «correcto o cotilla» aqui creo que hace tiempo se tiene más presente madredemarte allí creo que puede ser igual o más hiriente.
Por lo que conozco de Addis Abeba allí se pueden conceder la licencia de verbalizar lo que piensan sin ese filtro que aqui existe en ocasiones. Allí te pueden preguntar con mucha naturalidad si eres creyente, cristiana o lo que sea, pueden pensar que eres homosexual porque no tienes marido (ya sabeis allí lo que opinan de la homosexualidad).
Tarike los niños se acostumbran o se pueden familiarizar con aspectos que para nosotras tal vez sean inconcebibles, mientras en casa tenga claro lo que hay y lo que no, pienso que puede no tener tanto problema. Pero cierto que esos comentarios son mucho más dañinos que cuando aquí sin que les conozcas de nada, se den la licencia de tocar el pelo afro de un niño, o delante del niño en el tren te pueden comentar que ellos no adoptan porque es muy caro. Probablemente, tenga que escuchar comentarios muy marcianos porque allí tampoco entienden que puedas querer cómo un hijo a alguien que no has parido, pero mientras ese aspecto tu hijx lo tenga claro, creara una capa muy fuerte para que pueda vivir con ese tipo de situaciones.
Animo, todo ira bien.
Roser
Bienvenida al club.
Que quieres que te diga.. en todas partes es igual y yo, al contrario que madredemarte, no he sido capaz de impermeabilizarme. A mi me han llegado a preguntar si mi hija pequeña, como tiene «tara» me ha » salido más baratita», como en los factorys…. y el imbecil todavía esperaba que me riera de la «broma», lo peor es que este tipo de cosas te las preguntan sin pudor delante de las niñas… o peor a las propias niñas.
Hay personas que preguntan por aprender, la mayoría por curiosidad y morbo, algunos van de «buena fe», muchas no.
Esas cosas te pasarían también en España, así que lo mejor es empezar a pensar estrategias para que no te afecten ni a ti ni a tu hija. Yo también uso lo de son mis hijas, hay veces que no contesto, otras que involucro a las niñas en la respuesta (¿tu que piensas hija le contestamos a este señora tan impertinente o no?), otras uso el perdón, ¿nos conocemos?… y a mis hijas les he enseñado que no tienen porque compartir su vida con cualquiera (aunque sean amigos) y que NO se habla con desconocidos 😉
Pero bueno, yo no me impermeabilice (aun me hierve la sangre) pero si te acostumbras y las ventajas de la maternidad tapan este tipo de inconvenientes.
Al menos vosotras vivireis en Etiopía y no intentará TODO el mundo tocar el pelo de tu hija por la calle.
Enhorabuen a por tu asignación de nuevo! y espero que pronto puedas llevarte a tu hijita a casa.
A pesar que aqui en USA tambien pasa eso de la gente haciendo preguntas indiscretas, creo que estoy de acuerdo contigo que en Etiopia es muchisimo peor. Primero por una diferencia cultural, los etiopes son mucho mas metidos y «duros» con sus preguntas y segundo por los estereotipos y el racismo contra los ferenji.
Mi experiencia de salir a la calle en Addis con mis dos hijas etiopes fue terrible. En los dias que estuve creo que me acosaron mas de todo lo que me acosaran aqui en America hasta que me muera. Desde el acercamiento respetuoso y cariñoso, hasta la pura agresividad e insultos! Y eso que no entiendo amarico, pero mi hija mayor lo hacia y despues me enteraba las cosas que nos decian…
Alicia tampoco la asustemos, porque no es lo mismo tu condición de farengi que va a adoptar que la de Tarike que trabaja muchos años allí, se valora su trabajo, conoce a mucha gente y si comprende el amariña. Así que tranquila que esta bien que lo pongas encima de la mesa, pero lo iras capeando. Un repertorio de frases hechas para responder pienso que te ira proporcionando seguridad. Este pdf es muy práctico y a mi me ayudo bastante. http://www.postadopcion.org/pdfs/CursoFamAtenc.pdf
Roser
Hola Tarike, debemos ser la excepción, aquí nosotros nunca nos hemos sentido acosado por la gente (aunque hay que reconocer que al personal le pirra tocarle el pelo a mi hija, pero suelen pedir permisos antes). Tal vez porque somos de una ciudad pequeña o porque tenemos suerte, todo el mundo que se interesa siempre es muy amable, y nosotros respondemos con mucho orgullo a lo que nos preguntan. A veces nos pasa que alguien le habla a la niña muy despacito y muy fuerte, como si creyese que no entiende el idioma (lleva cuatro años aquí), pero eso se traduce en descojone general. También nos reímos mucho con algunos comentarios, como cuando una niña pequeñita le preguntó a mi hija !si era toda de chocolate! La primera en desternillarse fue ella misma. Supongo que en Etiopía la cosa es diferente, pero creo que no te vale la pena preocuparte antes de tiempo, además no sufras por tu niña, que los críos se adaptan a todo y son mucho más fuertes de lo que nos pensamos.
Buen día tarike. Pues yo pienso que no puedes, ni debes, vivir condicionada. El camino se hace al andar. Nadie que no haya pasado por esto tiene ni puñetera idea de las cosas que llegas a pensar ó sentir, porque los hijos adoptivos tienen un punto que los hace diferentes, es una realidad. A nosotros nos ha enriquecido, y sigue enriqueciéndonos cada día más. Te has embarcado en una aventura increíble, disfruta de ella. Por cierto, a mí en España también me dicen farenji, me lo llama mi hijo (Etíope, claro).
Bueno, no es para asustarla, solo relatar mi experiencia que ella vive todos los dias y sabe muy bien de que se trata, no es ninguna novata en la sociedad etiope. Y al fin y al cabo, yo sali a la calle igual y me importo un rabano los comentarios, no me iba a quedar encerrada por las estupideces de los demas. Lo que lamente es no tener el lenguaje como para responderles…
Por otro lado les contestaba en español/argentino y como no me entendian nada, me mataba de risa sola de las barbaridades que les decia! Claro que mi hija pequeña si me entendia 😉
Leyéndote siento una gran afinidad por muchas de las cosas que escribes. A menudo tendemos a mitificar lo que desconocemos. Con el continente africano pasa a menudo. Nos han llenado tanto la cabeza de imágenes sobre los pobres africanos que necesitan nuestra ayuda, que cuando aterrizamos allí y observamos que nos ven como «ferenjis» con todos los adjetivos que añades, nos bloqueamos. Mucha de la culpa de esa imagen que transmitimos la tenemos nosotros mismos (esto simplificado, porque habría que hablar de tantas cosas: como la educación, los massmedia etc…), ellos no tienen control alguno sobre la que recibimos. Difícil cambiar ambas.
Nuestra principal preocupación; asumiendo que tarde o temprano nuestra hija se sentirá diferente; es poder darle armas para defenderse de esas intromisiones en la intimidad y que no le hagan daño. Varios años han pasado desde que llegó a casa y aún no sabemos cómo hacerlo. Como alguien ha dicho, tal vez la experiencia te aporte, y a ella también, las herramientas de defensa.
Quizás sirva como indicio que, en nuestra vida, todos nos hemos sentido alguna vez diferentes, aunque sólo haya sido un segundo…