La Santa Infancia se encontró el otro día una calculadora rota con forma de teléfono móvil, y nos hemos inventado un nuevo juego. Jugamos a que yo soy su secretaria, y recibo llamadas para ellos que les cambian la vida. Por ejemplo, que los llama la hija de Al-Amoudin, que es el señor más rico por estos lares, diciendo que, pasando por Koshe, ha visto a A. y se ha quedado profundamente prendada de su belleza, y que se quiere casar con él y ser felices y comer perdices en uno de los fabulosos palacios de su señor padre para el resto de sus días.
O que llaman para comunicarle a Z. que ha ganado el concurso de Míster Komche 2002 (no lo hay, pero debería haberlo), y que, a raíz de eso, lo han seleccionado para aparecer en un anuncio en televisión anunciando mantequilla de una cooperativa financiada por USAID en Welo (la veracidad está en los detalles). Y que, como el citado anuncio está también financiado por USAID, pues negociando, negociando (además de su secretaria, hacemos que soy su representante), conseguimos que le paguen dos mil birr por un día de trabajo (110 euracos).
O que un productor de Bolywood llama a D. para ofrecerle un papel estelar en la primera película india con protagonista etíope de todos los tiempos. Allí, además del salario, negocio las escenas de desnudo y besos, y nos morimos de la risa.
La verdad es que me sale bastante bien. De vez en cuando hago eso tan etíope -y, en mi honesto parecer, tan cateto- que es decir “ah?, ah?” cuando no entiendes algo al teléfono; y, cuando le comunico al interesado el objetivo de la llamada, tapo el auricular con la mano, para que la hija de Al-Amoudin o el productor de Bolywood no escuchen cosas que no son de su incumbencia.
Hay veces que se emocionan, sobre todo cuando negocio dinero de sus trabajos como actores en un serial de la Ethiopian Television, y me dicen por lo bajini “no insistas mucho, a ver si no nos van a dar nada”.
Cuando cuelgo, se quedan siempre un poco plof porque les encanta vivir la ilusión de lo imposible, e inmediatamente me dicen “mira que están llamando otra vez”, y me tengo que inventar otra historia.
Me gustaría creer que un día será verdad. Que alguien los llamará, y adivinará exactamente el color de sus sueños, y los hará realidad. Como mi fe no es lo bastante firme, de momento les cojo los recados que les da la vida. O los que debería darles.
Una vez más me emocionas y me emociona la santa infancia ¡qué suerte tuvieron al encontrarte! ¡qué suerte tuviste al encontrarlos! Con cariño
Pilar.
Sólo esas caras expectantes de felicidad durante el tiempo que dura la imaginaria llamada, supongo que merecerá la pena.
¡Seguro que sí, que un día será verdad!
Saludos.
Hay una probabilidad de que sus sueños se hagan realidad. ¿Cuanta? …quien sabe. Sin embargo, aunque no lo sepan, ya tienen algo de lo que piden: son importantes y significativos para alguien, alguien que juega con ellos y les regala ilusión. La fe es importante pero la ilusión yo creo que más. Gracias por regalarme también un poco de ella.
A ti no se quien te llamó para irte a Etiopia, pero desde luego descubrió el color de tus sueños. Lo único que me consuela de no tenerte entre nosotras es leer tus relatos y ver lo feliz que eres entre tus niños. Ya va quedando menos para vernos….
Ay niña, ya haces bien de entretenerles fantaseando con vivir otras vidas, que la realidad no mola nada…hasta yo fantaseo alguna tarde para evadirme… Un besazo reina.
¿Ya ya han decidido quién será Spartacus?
Dales un beso de mi parte. Y muchas gracias por vuestra hospitalidad.
Por cierto, ya se me han deshecho las churupas tan guapas que me hicieron-