OBSERVACIÓN EMPÍRICA
A las niñas de la Santa Infancia les encanta examinar las características físicas de sus educadores frenjis, esto es, Brother House y yo. Cuando estamos sentados tomándonos un respiro, se nos suben encima y analizan nuestros cuerpos. Comentan entre ellas los hallazgos, y hablan como si nosotros no estuviéramos delante, cosa que se agradece. Sólo se dirigen a nosotros cuando necesitan algún tipo de confirmación:
_ ¿Tú no has pensado nunca en hacerte algo bonito en el pelo?
Son encantadoras.
Hoy el tema de disección, aprovechando que llevaba piratas, eran mis pantorrillas:
_ Qué blancas – “depende de con qué las compares”, he pensado yo.
_ Y qué delgaditas – traducción en mi cabeza: “tipazo”
_ Y qué blandas, no tiene nada de músculo – sí, no estoy todo lo tonificada que mi delgadez sugiere.
_ Y tiene pelos
¡Arrgg! Me miro las piernas y me doy cuenta de que han pasado muchas cosas desde la última vez que me miré las piernas. Sobre todo, ha pasado tiempo. Mucho tiempo. Y mientras anoto mentalmente que, o hago algo al respecto, o tendré que cambiarme el nombre y llamarme José Luis, la Santa Infancia lleva sus reflexiones un paso más allá:
_ ¿Quién tendrá más pelos, Kaktus o Brother House?
Y, después de discutirlo un rato (tenemos momentos un poco vacíos), se van a mirarle las piernas a Brother House, mientras yo intento tranquilizarme pensando que Brother House es un señor de más de sesenta años, que lleva casi treinta en África vistiendo diariamente pantalón recio, por lo que puede ser que el roce le haya desvitalizado los capilares y tenga pocos pelos en las piernas. Sea cual sea el resultado, no me va a traumatizar. Vuelven.
_ Brother House tiene más pelos en las piernas – anuncian. Hurra. Campanas de alivio suenan en mi cabeza.
_ Pero los de Kaktus pinchan más.
Son encantadoras.