Poco a poco, la Nena y yo nos vamos integrando en nuestra nueva vida. Un punto importante, obviamente, es la parte de nuestra vida que compartimos con la Santa Infancia. Como los excesos son, eso, excesivos, hemos empezado a tomar contacto poquito a poco, en los momentos en los que en vez de quinientos niños, pues sólo hay cien o doscientos.
La semana pasada estuvimos con M. y su niña de dos años, a la que todos llamamos Mita. En Etiopía las niñas pequeñas se llaman Mita y los niños pequeños Abush. Cuando creces, si tus padres se preocupan minimamente, deberías transicionar a tu verdadero nombre, pero hay quien se olvida, y se le queda Abush o Mita para toda la vida. Hago otro inciso para explicar que la Mita ha pasado dos años completos sin separarse de su madre, quien trabajaba sólo cuando la Mita la dejaba en paz. En los intervalos en los que su madre trabajaba, la Mita ha jugado sin descanso con un batallón de niños mayores que ella. Estoy convencida de que la infantita Leonor no ha crecido tan estimulada como la Mita. Como resultado de la larga baja maternal de su mamá, la Mita dejó el pañal antes de cumplir los dos años, y, algunos meses después, es capaz de expresar una gran variedad de opiniones y emociones con claridad. Están intentando enseñarle a tostar el café. Además, estos días está aprendiendo el significado de la palabra “celos”, porque se huele que la Nena le está robando el puesto.
_ ¿Qué tiempo tiene la Nena?– me preguntó M.
_ Mmmm… no sé, como un año y medio
_ ¿Y todavía no camina?– me preguntó de nuevo, mirando alternativamente a la Mita y a la Nena.
_ Esto… no- respondí sucintamente. Y M. que seguía comparando la Mita y la Nena, la Nena y la Mita. Anticipando el golpe, reaccioné –la Mita a esa edad ya caminaba, ¿no?
_ No, -me repuso dignamente- la Mita cuando cumplió el año ya corría y todo. Al año y medio ya contestaba el teléfono.
Es lo que tenemos las madres, que nos encanta tener razón. A los 35 y a los 18. Además de las opiniones de M., –“la Nena no te camina porque la tienes que coger sólo de una mano, no de las dos”-, tengo todas las opiniones del resto de la Santa Infancia, que aunque no tengan hijos, sí han criado varios hermanos. “Tienes que masajearle las piernas con vaselina al sol”, “no hagas nada, ya caminará cuando quiera”, “le tienes que hablar en inglés, sino nunca aprenderá inglés” (NO quiero que aprendar inglés, quiero que aprenda español, pero es que la Santa Infancia se olvida frecuentemente de mi nacionalidad y lengua de orígen), “¿pero no tienes dinero para ponerle mantequilla en el pelo?”. Como se ve, el modelo de crianza etíope está pensado o para hermanos mayores sin escolarizar o para madres que no trabajan. Aquí también, es materialmente imposible que te dé tiempo de hacer todo lo que se supone que tienes que hacer con tu hijo y su cuerpo (masajes, pelos, ejercicios varios…).
Lo del pelo me dejó muerta. Más que nada porque tenían un punto de razón: la cabeza de la Nena aparecía un poquitín descamada. Oh, Dios Mío. La tiña, pensé. “No, no es tiña, es sólo seco”, me dijo M., marisabionda ella. “Sólo tienes que cuidarla más”. Remató.
Después de dialogar con la señora G., ese ángel que vela por nosotras, ante mi negativa a ponerle mantequilla, vengo a saber que lo más de lo más para el cuero cabelludo de la Nena es el aceite de zanahoria. A 153 birr la botella, señores. En los días de mi Etiopía me he gastado yo ese dineral en un champú. No me ha quedado más remedio, porque me he dado cuenta de que el estado de la cabeza de mi Nena sirve como barómetro público de mis capacidades como madre de una niña abeshá.
Y que se joda la Mita, que el pelo le crece todavía a cachos porque siempre duerme en la misma postura. Yo a mi Nena la giro, para que le crezca uniforme. Seguro que eso a M. no se le ha ocurrido.
Ooooh, bienvenida a dos de los «placeres» inesperados de la maternidad… La competitividad entre madres (cuanto antes te retires de esa carrera, mejor para tu salud mental) y la de la injerencia de los demás en tu tipo de crianza… Y como añadido, una característica de la maternidad con el factor de pelo afro: la importancia que los otros darán al estado / forma / peinado del pelo de la niña. ¡Casi nada!
jajja. disfruta con la Nena, (ya camiará, correrá, hablará y todo lo demás) y no dejes de contarlo por aquí! Me encanta leerte y terminar sonriendo, como hoy es lo más.
Despues de la enhorabuena no queda más que la bienvenida…Bienvenida a este mundo «fascinante» de la maternidad compartida…(que ganas de aprender a ser una borde). Siempre lo harás «insuficientemente» bien…recuerda que tu criterio ferenji siempre estará equivocado. Ánimo…que el camino es largo y hay que elegir las batallas….
¡Que alegría leerte de esta manera ya!
yo también compré el aceite de zanahoria en Etiopía recomendada por todo los abeshas… y al final era tiña 😉 Suerte que tienes de estar alli y que te ayuden con el pelo.
Enhorabuena por esta nueva vida que inicias
jajaja…que buena esta entrada, me parto al leerla! Me encanta el final, jeje. Y tiene otra cosa especial, la conexión con la Nena, con tu hija, que ya parece que hubierais estado juntas toda la vida! enhorabuena una y mil veces más!
jajaja, pues anda que no te quedan consejos por oir… Besotes muy gordotes para ambas