ANIVERSARIO
Hoy F. ha tomado posiciones en mi dobladillo a primera hora de la mañana. A media mañana, ya me había comentado cinco veces que hacía un día precioso, y yo estaba empezando a mosquearme, porque la verdad es que hoy ha hecho un día bastante londinense.
Al final, me lo ha dicho:
_ Mi madre quiere que vengas hoy a casa.
_ ¿Por qué?
_ Porque hoy hace un año
_ ¿Un año de qué?
Y se me ha quedado mirando, callada, porque no le salían más palabras, porque no quería decirlo. Porque hoy hace un año que nos pasó esto. Porque hemos conseguido vivir sin ella, y todavía nos da la sensación de que no hubiéramos debido lograrlo.
Su familia ya no vive en la misma casa. Han alquilado el apartamento que recibieron del gobierno porque no llegaban a pagar las mensualidades. Con el dinero de ese alquiler, además de pagar la mensualidad del apartamento, alquilan una pequeña casa de ladrillo, bastante digna, con dos habitaciones. Han comprado una máquina para hacer injeera y parece que las cosas les van bastante bien. Su madre todavía lleva el jersey de chándal de Zewde. Empiezo a preguntarme si se lo ha quitado alguna vez en el último año. Al margen de ello, la señora me ha saludado con su habitual afecto, un afecto que no merezco, sobre todo si tenemos en cuenta que le devolví a su hija en una caja de madera.
La misma F. ha cambiado. Ahora lleva el pelo largo, y ya no nos duele tanto que se parezca tanto a su hermana.
El tiempo pasa, las heridas siguen allí, pero duelen siempre un poco menos. Un año después, somos más fuertes, somos mejores, somos distintos. Un año después, miramos atrás, y entendemos que podemos seguir adelante. Podemos seguir adelante, incluso aunque ella no pudiera. Un año después, su ausencia hay días que duele tanto que nos corta el aliento. Pero seguimos respirando.