UNDER MY SKIN
Hace algunos meses me salió un chert en la mano izquierda. En inglés se dice ring worm y algunos los llaman anillos de pobreza (se ve que Marta Luisa de Noruega nunca ha tenido uno).
Como suele suceder, al principio no me dí cuenta. Era un hormigueo apenas perceptible, y pensé que me había picado un mosquito. Con el tiempo (y la dejadez por mi parte), fue adquiriendo una perfecta forma redonda, como una quemadura. Como si alguien me hubiera marcado.
El caso es que a mí me gustaba tener esa señal en el dorso de la mano. Lo veía como un símbolo de todo lo que cada día me pasa la Santa Infancia. Lo bueno y lo malo. Ellos (la Infancia), que están llenos de cherts, sin embargo, no acertaban a identificar el mismo hongo en una piel blanca, y me preguntaban constantemente si me dolía. Yo les decía que no, que sólo, de vez en cuando, por las noches, me despertaba rascándome.
Al final, como una cosa es el simbolismo y otra el sentido común, opté por comprarme una crema frenji y comenzar a medicar mi anillo. Todos los días, tres veces al día.
Y hoy, cuando me he despertado, después de una noche bastante larga, se había ido. Desaparecido. No queda ya ni la marca pálida de las últimas semanas.
Mis manos vuelven a ser mías.
Supongo.
De este tiempo de anillos imposibles y promesas mojadas, me ha quedado esta bonita canción: