SEPTIEMBRE
Septiembre, como todo el mundo sabe, es el mes de los coleccionables. A mí, particularmente, siempre me ha atraído el de “Mi casa de muñecas andaluza”. No hay blog que se precie cuyo autor no haya escrito un post sobre coleccionables. Es un tema de lo más socorrido. Entre los más divertidos, el que hicieron los chicos de Sufridores en Casa, post que, como no puedo buscar (Blogger está censurado), pues no lo puedo linkar, pero lo recomiendo firmemente.
Para que nadie diga que éste no es un blog con solera, pues yo también voy a hacer uno. Porque nosotros, en Septiembre, también ampliamos la colección, que podríamos llamar “Niños del gueter” o “Vente pa’ la ciudad, Addisu”. Nos pasa un poco como con los coleccionables normales, que te compras sólo algunos cachos y rara vez consigues todas las piezas del Titanic, o te falta el dedal de Praga, pero bueno, seguimos suscritos. No es culpa nuestra que los fascículos vengan incompletos o rotos. Es lo que hay en el kiosco, señores.
Este año, lo más granado de nuestra colección se llama W., tiene ocho años y viene por partes. Quiero decir, que algunas partes las ha perdido. Porque a W, la vida le ha dado de todo y en cantidad. No necesariamente bueno, eso sí. Ha acabado ya la cura de la lepra y estamos en el segundo mes de la tuberculosis, a punto de recuperarla de la malnutrición. Presenta una atonía muscular generalizada y, en cuanto acabemos con lo que está tomando ahora, empezaremos con la tiña y los hongos de las uñas que le quedan. Desde que llegó, cada vez que la veo, me viene a la cabeza la canción del anuncio de la Once de los chopitos: “Que ¿qué es lo que tengo?, que tengo de tó”.
Además de W., hemos recibido también a dos hermanos Walaita, que es una etnia de la que nunca habíamos tenido niños. T. ha traído a su hermano A., que todavía se mea encima y que necesita dormir la siesta después de comer. Hemos conseguido que una de nuestras madres ciegas nos mande a otro de sus hijos y así nos ha llegado A., que a sus cinco años sólo sabe hacer aquello para lo que ha sido meticulosamente educado y entrenado: mendigar. Estamos intentando desengancharlo. También nos ha llegado M., procedente de un centro para niños seropositivos, que no sabía que no todos los niños del mundo son seropositivos, y los primeros días iba gritando su estatus de salud a quien quisiera escucharla, para pasmo de todos, que nunca habían visto a nadie asumir la enfermedad con tanta naturalidad. Y S., que habla sin parar con un tono que parece Doña Rogelia, que se ha hecho bastante amiga de Y., cuya madre es una Komche pura, que lleva dos meses en la ciudad y sigue sin zapatos.
El otro día les dimos su primera ducha y, la verdad, no tenían nada que envidiar a las Barriguitas Vestidas con Trajes Regionales de todo el Mundo. Ya tenemos 430 fascículos de la colección.